PLATA Y BRO 'CE
-¡
Insolente
!
La sangre del noble bulló en las arterias e cleróticas
acuciada por la ofensa.
El rostro de Rugo adquirió un marcial continente.
Con pasos menudos probó a aproximarse a Celina para
cogerle las manos.
Un veloz movimiento libró a Celina de su persegui–
dor. Dejó la sala. Ya en
el
éorredor, la muchacha
avanzó presurosa hacia el patio.
Rugo jadeante, colérico no pudo atraparla. La lla–
mó muchas veces con voz enronquecida que le restituyó
amplificada un eco burlón ....
Regresó a la sala desalentado, furioso. La Matilde
a su lado le forzó a oh·idar bien pronto a la maestrita
zahareña y resuelta.
Ella corrió hasta el patio, montó en el caballo que
cuidaba del freno el mayordomo, quien la ayudó y la ani–
mó cariñoso y cauto, y desapareció en la sombra clarea–
da por la luz cegadora de los relámpagos
* *
*
Cuando la Manuela salió del gabinete llorosa y so–
bresaltada, recogió el charol y se dirigió al comedor.
En la primera esquina del corred01· una maño férrea le
contuvo, y una voz imperiosa murmuró:
-¡Shuyay!
Por el acento reconoció a su padre. Una crispación
incontenib-le, un calofrío dinamizaba en el mi smo sitio
él cuerpo de la Manuela. Se quedó, a poco, inmóYil, es–
perando el castigo · con la cabeza baja. Contigua al pa-
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