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OHAYES
.bestial· ele hombre culto reconquistado por el instinto to–
dopoderoso .
Golpeó a la india y u abrazo formidable dobló el
torso erecto y apoyó en el suelo. con un brusco ademán
victorioso,
el
cuerpo bello.
Un vaho lúbrico que soplaba enervante y calino de
la sala, teatro ele una bacanal odiosa, acabó de enloque–
cerle.
Atontado, ciego. sin bridas morales, consumó el triun–
fo, el mismo triunfo venal y fugitivo que antaño obtu–
vieron sus "muertos imperiosos'', bajo el Dios de los In–
cas, en los caminos solitario , en las oquedades recoletas
contra las indias dócilmente yacentes .....
La india quedó Yencida. aniquilada.
El rostro exangüe, cruzado por las greñas del pelo
:azulejo y clesorclenaclo. recordaba el de una muerta.
Levantóla el vencedor de u altivez de virgen, como
protegiéndola y la reclinó sobre un sofá luego de arre–
glarle lo ve tidos que se adherían tibios y pudorosos a
la escultura mancillada.
De pronto el blanco quedó traspasado ele miedo.
Pegada a los cristales creyó ver una cara chata
y
negra y oyó una risa aguda-funeral augurio--que se
propagó por los corredores extensos con resonancias a–
gresivas.
La voz del niño empapada de dulces inflexiones de
-caricia despertó a la longa del
m~reo sexu~l.
Un sorbo
.de whisky la reanimó por completo.
Miró con los ojos muy abiertos a Raúl.
Las pupilas negrísimas de la india poseían una m-