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ASl'ROLATRIA

117

de Akad, y en

el

de Sumer los

Anunaki

(20) o dioses c.tomcos y acuá–

ticos, abundando estos últimos especialmente en las ciudades que fueron

una vez costaneras, como Eridu y Ur. (21).

Si no fuese suficiente la inspección topográfica, cabría ethar mano

a las evidencias de la c110nología. Es muy simple: nos encontramos ante

el

desarrollo progresivo, en sentido unitario, de un olimpo de divini–

dades naturalistas exageradamente fraccionado y regional, y esta

trans~

formación nos present'a netamente la antítesis entre una especie de mo–

noteísmo astrológico y solar, y una polidemonología mágica. Pregun–

to yo, ahora, si alguien está dispuesto a aceptar que fuesen anteriores,

en el mismo

territor~o,

las formas monoteísticas y astrológicas, a las

creencias y prácticas de

la

superstición diabólica,

y

que aquella relativa

unidad religiosa fuese seguida, a través del tiempo, por el .desmembra–

miento regionalista y el polidemonismo chamánico. Esto valdría como

sostener que, en un mismo pueblo y en un mismo lugar, en un movi–

miento -

arroge

-

ascendente de

la

historia, el caos es el epifenómeno

del orden.

El argumento, como se ve, es uno de los más sugestivos tanto de

la historia como de la hierografía. Acaso me he dejado llevar por el apa–

sionamiento de sus at ractivos. Todo lector tiene el derecho de llamar–

me a rendir cuentas del tiempo que yo he empleado en

estud~ar

la

cues,

tión, y

él

en leerme. Porque, en rigor, toda esta demostración

no hacía

falta.

n

f•q

''r.'.f~i ;~

El mismo Pro . R icd, estua ioso profundo de las religiones,

con~:·

ce perfectamente todas estas cosas. En la pág. 65 consigna que la divi–

nidad local de varios centros "se eleva en dignidad conjuntamente con

el desarrollo de esa civilización,

bajo el influjo semita,

(22) y asume

(20)

Anunaki,

dioses de la tierra. cfr. el

Poema de la creación,

tab. I .

l.

I 3 6.

lgigi,

dioses celestes, tab.

Ill,

l.

I 26.

DHORME,

P. Paul. -

Choix de textes religieux Assyro-babyloniens.

París,

1907.

(21')

Acerca de los úlcimos estudios sobre la progresiva ex tensión de los alu–

viones al S.E. de Caldea, ver :

DE MORGAN,

J . -

Le monde oriental avant l'histoire. l, L'Asie Antérieure,

en

L'Anthropologie, XXXIV

(1924),

pp.

17-56.

(22)

RICCI

cita oportunamente (pág.

65)

la conversión en divinidad solar

del dios N ingirsu de Shirgulla, que es el segundo nombre de la ciudad súmera de Larsa,

citada por el mismo autor

~n

la pág.

64.

Viceversa, Marduk, héroe nacional de Babilonia, no es súmero,

y

las ciudades

de Kish, Cuthab

y

Sippara están situadas en Akad, esto es, en la zona notoriamente

semita. Siendo tales pof su origen, no comprendo cómo pudieron sufrir el " influjo

semita" que invoca

el

Autor. Más conveníale. elegir los ejemplos en las ciudades del sur,

que efectivamente fueron súmeras antes de ser conquistadas.