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AMÉRICA Y BABILONIA

mero en sistematizar las excavaciones de Asiria sobre una base científi–

ca, y por esto se le llama el padre de la Asiriología.

En 1888-9, sale la primera expedición americana. Norteamérica,

donde había ido madurándose el espíritu de las investigaciones en el

terreno, estaba ansiosa de conquistar un puesto digno entre las demás

naciones. Los nombres salientes de la misión son: Peters, Harrison,

Clay, Clark y Frazier. En 1889-90 Peters e Hilprecht dirigen la se–

gunda expedición, seguida por una tercera

( 1893-96) dirigida por

Haynes, y una cuarta ( 1898-900), bajo la dirección de Hilprecht. Los

alemanes, con Delitzsch y Baumgarten, vuelven en 1912 al agón, mien–

tras la Universidad de Chicago envía hacia el Tigris una expedición de

su "Oriental Exploration Fund". Inglaterra en el mismo año subsidia

la misión del British Museum dirigida por Thompson y King; Francia

reanuda los trabajos de De Sarzec, muerto en 1901, confiando la tarea

al Comandante Cros.

Mientras Francia, Inglaterra y Alemania se contendían, en noble

emulación, la gloria de los hallazgos más valiosos, los Norteamericanos,

recién iniciados en esta clase de trabajos, lograron imponer su primacía,

sobre la base no solamente de fabulosas cantidades de dólares prodiga–

das con ese fin, sino

mbién -

es justo decirlo -

asimilando rápida–

mente los cánones cºe tíficos de De-litzsch, y practicando el sistema de

mantener en el ter.reno comisiones de excavaciones permanentes, como

ser

la

ya citada

Oriental explo ation Fund

de la Universidad de Cbica–

go, la expedición de Museo Field, también de Cbicago, que actualmente

está en

el

terreno, y la Comisión de la Universidad de Yale (Pennsylva–

nia). Esta última universida

ha fundado y mantiene una organiza–

ción especial, anexa al famoso Museo, la

Babylonian Section

(

1).

Puede decirse, sin vacilar un instante, que la obra de los arqueólo–

gos militantes o del pico, consagrada en acumular material y consignar

las condiciones del yacimiento, y la paciente labor de los asiriólogos de

gabinete, para descifrar y traducir esos documentos, ha hecho pro–

gresar tan intensamente esta ciencia en los últimos cuarenta años, que

debe considerarse como renovada.

Léase por ejemplo, resistiendo por un momento a la sugestión del

( 1)

No es

empresa fácil

enumerar las publicaciones americanas, cuyas series

principales son:

The Babylonian Expedition of tbe Univ. of Pennsylvania.

Series A),

Cnneiforn Texts; Series B) Researches and treatises.

Museum of tbe University of

Pensylvania. Publications of tbe Babylonian Section.

-

Yale Oriental

Series:

Baby–

lonian Texts; Researcbes.

He encontrado varios volúmenes de esas series en Buenos Aires, no en una ins–

titución de humanismo, como sería natural, sino en una biblioteca de historia natu–

ral,

el

Museo Bernardino Rivadavia.