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EXPEDICIONES

121

relato, la narrac1on de las empresas de Loftus y Layard, que se limi–

taron a excavar galerías para· extraer grandes bajorrelieves

y

querubes

gigantescos de la arcilla en que estaban sepultados,

y

compáresela con la

- relación de las excavaciones modernas, (2) para notar la diferencia de

· método

y

resultado. La arqueología antigua, nacida de la curiosidad

artística, tendía principalmente a los grandes vestigios, · a esas estatuas

cólosales, cuyo transporte constituyó un problema práctico tan serio

para De Sarzec

y

Layard (3). También hoy día, los que se acercan

por primera vez a estos estudios, quedan instintivamente atraídos por

los "monumentos" de grandes dimensiones, y tan solo después de larga

iniciación logran col}vencerse de que el testimonio de

la

vida desapare–

cida se encuentra más abundante

y

fiel en los pequeños restos, en una

astilla de madera esculpida, conchas inscriptas o dibujadas, fragmentos

de tela o tiestos de vasos.

Ya desde los primeros mom·entos de

la

nueva época se vió que los

métodos beróicos estaban condenados. Haynes, quien ahondó en

1893

a

1896

el pico en el

tell

de Bint-el-Amir, el sitio de la antigua Ur, ha-

(2)

E~

easi todos los libros de asiriología1 antiguos y recientes, figura nn

capítulo en que se relata

el

aesarro lo de esta ciencia, como en Hommel, Le Bon, De–

laporte, Contenau, King, Hanocock, etcétera.

Más especialmente,

la

narración de las eliica:vaciones, está consignada eri las •si–

guientes obras, que elijo entre las relativamente recientes :

HILPREHT, H. V. -

he excavations in Assycia and Babylonia.

University of

Pennsylvania.

KING and HAilL. -

Egypt and Westcm Asia in the light of Recents discoveries.

London, 19,l O.

científico, y más bien de divulgación,

·pero

Es sabido' que la expedición francesa, para extraer de las excavaciones y

trasladar basta el lugar de embarque

las

piezas fabulosamente pesadas que sacó de Asiria

y Babilonia, verdaderos "monstruos de la anticuaria oriental", como los llama Hand –

cock, tuvo que ·partir cada estatua en varios bloques, mediante

la

sierra, y acarrear–

los por separado basta las naves. En Francia los bloques fueron ensamblados nueva–

mente, para exponerlos en el Louvre.

Layard quiso, en cambio, abstenerse de damnificar en lo más mínimo el mo–

numento original, y

pu.do

lograrlo, después de varías tentativas mediante

el

em–

pleo de una serie ·de medidas que constituyen un verdadero experimento de ingeniería.

El lector curioso encontrará una interesante relación en el libro de Layard:

. LAYARD, A. H. -

The monuments of Nineveh.

London, 1849-53, II vols.

(Ver pág.

74

y siguientes).

En Buenos Aires no he podido utilizar el trabajo original

in extenso,

pero he

encontrado en

la

Biblioteca Dobranicb la traducción italiana del compendio de Layard :

LAYARD, Sir A.

~Henry.

-

Delle scoperte di Ninive.

Traduzione del conte E r–

cole Malvasía Tortorelli. Bologna, 1855. El traslado del kerube ocapa las págs.

282-

299

' de la traducción.