EXPEDICIONES
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relato, la narrac1on de las empresas de Loftus y Layard, que se limi–
taron a excavar galerías para· extraer grandes bajorrelieves
y
querubes
gigantescos de la arcilla en que estaban sepultados,
y
compáresela con la
- relación de las excavaciones modernas, (2) para notar la diferencia de
· método
y
resultado. La arqueología antigua, nacida de la curiosidad
artística, tendía principalmente a los grandes vestigios, · a esas estatuas
cólosales, cuyo transporte constituyó un problema práctico tan serio
para De Sarzec
y
Layard (3). También hoy día, los que se acercan
por primera vez a estos estudios, quedan instintivamente atraídos por
los "monumentos" de grandes dimensiones, y tan solo después de larga
iniciación logran col}vencerse de que el testimonio de
la
vida desapare–
cida se encuentra más abundante
y
fiel en los pequeños restos, en una
astilla de madera esculpida, conchas inscriptas o dibujadas, fragmentos
de tela o tiestos de vasos.
Ya desde los primeros mom·entos de
la
nueva época se vió que los
métodos beróicos estaban condenados. Haynes, quien ahondó en
1893
a
1896
el pico en el
tell
de Bint-el-Amir, el sitio de la antigua Ur, ha-
(2)
E~
easi todos los libros de asiriología1 antiguos y recientes, figura nn
capítulo en que se relata
el
aesarro lo de esta ciencia, como en Hommel, Le Bon, De–
laporte, Contenau, King, Hanocock, etcétera.
Más especialmente,
la
narración de las eliica:vaciones, está consignada eri las •si–
guientes obras, que elijo entre las relativamente recientes :
HILPREHT, H. V. -
he excavations in Assycia and Babylonia.
University of
Pennsylvania.
KING and HAilL. -
Egypt and Westcm Asia in the light of Recents discoveries.
London, 19,l O.
científico, y más bien de divulgación,
·pero
Es sabido' que la expedición francesa, para extraer de las excavaciones y
trasladar basta el lugar de embarque
las
piezas fabulosamente pesadas que sacó de Asiria
y Babilonia, verdaderos "monstruos de la anticuaria oriental", como los llama Hand –
cock, tuvo que ·partir cada estatua en varios bloques, mediante
la
sierra, y acarrear–
los por separado basta las naves. En Francia los bloques fueron ensamblados nueva–
mente, para exponerlos en el Louvre.
Layard quiso, en cambio, abstenerse de damnificar en lo más mínimo el mo–
numento original, y
pu.dolograrlo, después de varías tentativas mediante
el
em–
pleo de una serie ·de medidas que constituyen un verdadero experimento de ingeniería.
El lector curioso encontrará una interesante relación en el libro de Layard:
. LAYARD, A. H. -
The monuments of Nineveh.
London, 1849-53, II vols.
(Ver pág.
74
y siguientes).
En Buenos Aires no he podido utilizar el trabajo original
in extenso,
pero he
encontrado en
la
Biblioteca Dobranicb la traducción italiana del compendio de Layard :
LAYARD, Sir A.
~Henry.
-
Delle scoperte di Ninive.
Traduzione del conte E r–
cole Malvasía Tortorelli. Bologna, 1855. El traslado del kerube ocapa las págs.
282-
299
' de la traducción.