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y a su tropa de llamas sacrificadas, una a
una, en pago exorbitante de la preterida_
ofrenda.
Apu Ausankati expía milenios su falta;
mas, deificado por los Incas, se le adora
como
a
vigía y protector.
SAIKUSKA
Por
quiebra~g
y llanadas marcha silen–
ciosa J atun Rumi: millares de hombres se
Desde
Los ho111bres gemían cual Sísifo atados
a
la gran peña de su fatal e1npresa: las
n1anos, los hombros
llagados,
sedientas
las fauces bajo el látigo de los decurio–
nes.
Un día de quemante sol, Jatun Ru1ni
.
,
suspiro:
_.Jananay!
Los robustos conductores no pudieron
moverla más.