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RICARDO ROJAS
cubrir el pabellón Je ambas orejas. Los u rp
:
r(. n
altos
y
robustos los pechos, con reli ves ele inú:sculo
y
recios ángulos de fuerza.
Pero me había cansado
ya
de examinarlos exterior–
mente. Yo ignoraba su idioma; ellos el inío. Imaginé
entonces iinprovisar un vocabulario para romper la
valla espiritual que nos separaba. Dos hora debió pro–
longarse la escena por demás pintoresca, en la que
hacía esfuerzos insólitos por trasegar ideas de nü alma
en el alma de aquellos herméticos salvajes. Gesticulaba,
me plasmaba en todas formas, hacía gesLo
de pan–
tomima par
'mitar objetos ó
concepciones
cuyo
nombre averi
luego de haber dado voces ono-
matópicas
esario, con eguia el non1bre que
procuraba bte
Lee señalé
ue pacía al acaso en la vecina
llanura, balé eomo ella,
y
los indios respondieron en
coro :
agrelá.
Pidieron entonces el vocablo español
y
al oírlo, repitieron: -
¡
Oveja, ah, ah .: -
también en
coro, como los escolares del aula primaria,
y
con signos
de asentimiepto. Así me enseñaron el nombre del
perro,
piok;
del león,
sanguek
;
del caballo,
ashipigak;
del avestruz,
amanic
;
del fusil,
babobonkanli
;
de la
mujer,
aaló ...
Paso tras paso, conseguí reunir un vo–
cabulario numeroso ; ·pero si encontrar el nombre de
las cosas tangibles era fácil por su figura ó ruido imi–
tativo, fué ímprobo mi trabajo cuando se Lrató de lo.
verbos
y
las ideas abstractas.
¡
Qué complicado pro-