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RICARDO ROJAS
Estos indios son vagabundos. El trueque, el botín,
el pecoreo de haciendas sobre todo, tales son, 6 han
sido, su régimen habitual. Su sistema agrícola, es un
albur del medio y de la Providencia, y esto ocurre
también en la otra banda saladina, donde imperó la
sociedad española. La indolencia de los habitantes hizo
del Salado el padre de la región, de suerte que ya el
P. Lozano en su
Historia de la Conquista
lo compa–
raba con el Nilo. Él rige la vida cotidiana en los
ranchos que lo flanquean. El logro ele los sembrados,
la alegría de las gentes, la existencia de los hatos, pro–
vienen de él. La falta de sus aguas es como un flagelo
divino, pues viene con sus sequías, la mortandad de
los ganados, la:
t
· ·
ad ·de sus chacras, y la migra–
ción forzosa de us
ore-s, ang'ustiados de
i~opias
é inctrtidu1nb
g-:ro
e
ando las avenidas colman el
tortuoso, profundo lecho, -
las olas salen de n1adre,
bañan sus riberas y forman á lo largo de su curso,
esteros y buhedales y lagltnas. Los primeros dan su
nombre á una provincia ; los segundos son más bien
nocivos ; los . últimos guardan sus masas líquidas
hasta la próxima estación. Pero cuando las aguas
se retiran en todo el resto del inundado campo, ellas
han servido de
riego, y
sobre el fértil
labrantío,
arrojan sus moradores, según la vieja costumbre egip–
cia, la simiente de maíz ó de zapallo que será su cor–
tijo doméstico, cercado todo de ramas.
No es otra la costumbre de_los indígenas, allá, en lo