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RICARDO ROJAS
guas enormes se le envuelven, sin constreñir, al torso ;
blandas culebras se le ensortijan á los dedos ; viboras–
luto
y
víboras-verde ciñen sus espirales á los miembros
del pobre ;
y
otros se le deslizan, espeluznándole con
su viscosa
y
frígida baba.
Todo esto lo sabía desde la infancia aquel paisano :
por ello ver el antro
y
montar de nuevo para la fuga,
fué un solo movimiento de su terror. No había para
qué dudarlo :
¡
era una Salamanca l -
Allí _brotaban
las músicas que se oían en todos los alrededore.s de la
selva, dulcificadas por la distancia,1nultiplicadas por la
acústica de las frondas,
y
purificadas
tánto
por la noche,
que llegaba a
t;:l
terios.