![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0207.jpg)
EL PAIS DE LA SELVA
189
Pero hay inuchas Salamancas
¿
no es cierto?
- Así dicen - me respondía con evasi 6n el pai–
sano.
- Si hubiese alguna cerca ...
- ¡Oh! no lo llevarían tampoco; los que conocen no
avisan ; y menos á un forastero. - Así se me escurría
el gaucho, mientras dialogábamos junto á su choza,
' viendo la tarde caer en el inonte cercano.
Otra vez, en coche, cruzaba por un camino real la
selva, acompañado de una anciana lugareña. En el
bosque desierto, y á aquellas altas horas de la noche,
nuestras palabras resonaban con favorable acústica. Se
oían las voce3 de ·rección que el auriga daba al cuar–
teador á fin de a 01npasar la marcha de los cocheros.
A.
ratos cíuedábamos silenciosos : llegábanos el trole de
los cascos
mru
LiphcacfO por un eco sordo ; el chas-chas
en el parafango, si chapaleabámos barriales ; el mur–
mullo de las hojas, los cuchicheos de la brisa, el llanto
de algún pájaro aciago errante por los ramajes . Llevé
entonces el di<Hogo al terreno de los temas propicios,
sugestionado por tales sensaciones . La vieja se mostró
reservada. Bajo su frente de robustos arcos ciliares y
entre los pómulos anchos, los ojitos se emboscaban,
mirándome taimadamente de soslayo :
- No puedo creerle que ignore lo que es la Sala–
manca.
¿
Y usté cree en eso? - me preguntó.
Cómo no creerlo si todos dicen.
ll.