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RICA.ROO ROJA.S

- Así será ...

- ¡Claro! Es pecado no creer... Quién dijera que yo

sepa estas cosas y usted no.

- Si yo también he oído dende chica ; - pero no

ha de ser cierto ...

- ¿

Hay muchas Salamancas

?

- No sé; sabrán los que han ido.

- Yo he ido ...

- ¡

Bah

1

no es sujeto ... ¿O habrá tenido relaciones

con el Diablo

?...

Eluden, por lo general, estas incursiones al n1isterio,

ora sea porque los campesinos temen ·

1a

inofa de los

extraños, ora

u recelan parecer iniciados en los

secretos de u

ría maldita. Confesar la ubica-

ción de la Sala1nanca, ó las intimidades de la academia

infernal, itnplica tan o como declararse hechicero.

Sin embargo, el azar concedió á un ve cino de aque–

llas espesuras llegar á las puertas del antro vedado.

Atravesando cierta vez el bosque salió

á

un abra cer ·

cada de breales, tan rasa y limpia en su descampado,

que se la hubiese creído barrida por prolijas escobas.

Habíase internado de su puesto, siguiendo en pos de

una mula perdida,· pues era rastreador. La huella do

los pequeños pasos parecía ir por allá, sospechado pri-

1nero en el machucamiento de los yuyos, percibida cla–

ramente ahora sobre el suelo sin hierbas. -

¡

Pero le