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19G

RICARDO ROJAS

largo tiento qun los ceñía

á

gui sa de

< ~inchón.

No pre–

cisaba estribos el insigne rapaz, ni hubiese podido uti–

lizarlos tampoco, pues echaran sobre el apero un hinche

enorme preñado de cucúrbitas y panojas : -

éstas eran

el presen' e. Apercibido todo, montó sobre los albardo–

nes, requirió su chicote y partió ...

Entretanto la madre, como avisada por lúgubres pre–

sentimientos, no había dejado de recomendarle : -

Si

estaría bien cinchada la montura ... Si le bastarían esos

mates, pues era la del alba y no podría volver hasta la

oración; ... y por fin, que tuviese mucho cuidado al

cruzar el monte del Toro-Zupay; -

re.quilorios que el

hijo conteslaba con desgaire pueril.

En efecto

1

Q.

ero _cortaba el Saladillo y atrave-

saba el bosque fabuloso. Iba el inuchacho por la ruta,

paso tras

p

so

1

-ozoso de la umbría

y

al amor de la

fresca ... Verdaderamente el Toro-diablo podía apare–

cérsele en cualesquier encrucijada. Era fácil recono–

cerle por su color renegrido, su corpulencia singular,

su baladro potente. Empero, ¿qué podía él, débil y sin

armas

? -

Acaso le sugestionaban las historias de boca

.

.

en boca repetidas por el lugar, acerca de la beslia; y

como para distr aerse

á

es tas imaginaciones ingralas,

silbaba una vidalita, cantaba un gato, recitaba una trova:

Todos me dicen casate ;

Yo no me quiero casar :

Solterito buenavida,

Dueño de

su

voluntar.