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EL PAIS '.DE LA SELVA
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~lás
adelante un gajo de algarrobo se adelantaba
hacia el
caminan ~ e,
ofreciéndole su vaina retorcida
y
dorada : cortábala el rapaz ; callaban copla
y
música ;
conlinuaba run1iando ideas en silencio ;
y
torvos mie–
dos le acometían otra vez.
Llegaba al recodo de un bivio donde la fronda se
tornaba más lóbrega, cuando sinitió un horrendo ulu··
' Jato. Aquel resuello conmovió las ramas como si fuese
el huracán. El niño le había oído más fu ert e que al
trueno cuando rebota en las tinieblas con su es tridor de
bronce. Detenido por el freno, el caballo an1usgaba,
sin osar moyer se. El jinete, atragantado de gritos,
espiaba ta1nLién n torno, cuando salió al camino,
frente á frent e , la figura del Toro satáni co . En menos
de un gu{ño, or eó para la fuga el muchacho,
y
espo–
leando, se lanzó
á
media ríen da.
Tras al fugitivo, salió trotando el toro. Era de gigan–
tesca estatura, erguido el cuello; cola
y
nuca cerdosas
cual los centauros. Solípedos los callos, corría el cogote
enhiesto, luciendo la cabeza redonda, entre humana
y
taurina. Humeantes las na rices , la trompa llena de bra-
1nidos, inarchaba tras del infeliz.
Y
el pobre, - talo–
neando en las costillas del bruto, chicoteándole hasta
el dolor los flancos , dándole Yoces tle ar r ia, aperco–
llando la cabezada para asegurarse mejor, -- di sparaba
cual si arramblase e_n su fuga la selva enlera , sensible
sólo
á
la eternidad de las distancias
y
al furibundo
:ulular del monstruo ... Ahora galopaba el Toro también ;