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LXXXI -

Dlos ; porque en María se unen Ja amabilidad

y

digni–

dad, Ja virginidad y la maternidad. Que una virgen

sea casta y prn·a y_ que una -madre tenga poder é in–

flujo, es natural ; mas que una mujer aun en ·su mater–

nidad resplandezca con incorrupción virginal es un

misterio iucomprensible, como es virtud tínica el que

una virgen esté adornada con Ja sabiduría

y

dignidad

ele una madre.

El primero de los títulos que, especificamlo, alaban

á la Madre de Dios - Sancta Dei Genitrix - , es

Mater Christi, y signifioa que María es la madre del

Ungido con Ja divinidad para ser enviado

á

salvar el

género humano, la madre del Dios-hombre, del Mesías,

del Enviado de Dios

á

qnien han esperado

y

deseado

las gentes.

En efecto, Ja benignidad

y

el amor de Dios, su

gracia, apareció Visiblemente en Cristo, para que el

pecador se convierta

y

viva. Cristo es Ja divina gracia,

de modo que María es Mater divinro gratiro por ser

La madre de Cristo. María nos ha dado, pues, al Autor

de Ja ·gracia.

Y ¿el Autor de la gracia no habrá enriquecido con

su gracia primeramente

y

ante todo á Ja que había

escogido por madre? En efecto, María es llena ele gra–

cia, completamente pura, sin Ja mancha del pecado

original; Lo cual expresa el título Mater 1mrissima.

Siendo María madre purísima, inmaculada, sé sigue

que Ja santa pureza Je ha sido propia de un modo

extraordinario. Y así celebramos en · tres invocaciones

á ' la azucena entre espinas": Mater castissima, alaba