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asi el Hijo de Dios, el Sol
I
Inti, jJ[aríata tucwilla alli–
de Justicia, santificó
y
glori-
chirca, sumaichirca
1,
pai–
ficó
1
completamente
á
~faría
hitan ta1ulari hpa aichata
1
Apoc.
12, 1:
"En esto apareció un portento mny extra–
ordinario en el cielo: una. mujer vestida del sol.' - Usando
en el texto el término "glorificó'', no queremos decir que
María gozó ya en la tierra de la gloria eterna, ele la visión
beatífica, la cual es incompatible con la virtud -de la
fe
en
Ja Madre de Dios; sino que tomamos dicho término en el
sentido de una gracia muy sublime, es decir, en el de '.'0
gloriosa Virginum". Sin embargo, de Ja santidad extraordi–
naria de María se sigue que, mayormente desde la encar–
nación del Verbo Divino, ba sido dotada ele contemplaciones
muy superiores
á
las que recibieron otros sanlos, como p. ej.
San Pablo
(Il
Cor.
12, 1-4),
y que ,,¡vió probablemente en
continua contemplación sin interrumpir las ocupaciones cuoti–
dianas. (Véase .
A~rnnos.,
De virginibus
l.
2 c., 2.) P or la
misma razón opinamos que la presencia física del Verlio
Divino en las castísimas entrañas de l\Iada durante nueve
meses, comunicó al cuerpo virginal ele ésta
á
lo menos una
que otra ele las cualidades que los cuerpos gloriosos de los
santos tendrán en la resurrección de Ja carne. Habiendo
sido María moralmente incapaz de pecar ya antes de la en–
carnación del Verbo Divino,
á
causa de la plenitud de gra–
cia que recibió en la Inmaculada Concepción, después de la
encarnación resultó en la Madre de Dios cierta incapacidad
física ele cometer algún pecado ó imperfección. En efecto,
si la maternidad nat1¡ral de una madre produce ya en ella
una transforma,ción maravillosa, de suerte que toda su vida
se consuma en cierto modo en la del hijo; <!on mayor razón
la maternidad divina, en la cual se unieron naturaleza y
!Yl'Rcin, transformó ele tal modo la ''ida interior de faría. que
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