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CLIII

el año 1744, á saber, que no se dejara de enseíiar la

Doctrina "eti ams i nullus nisi unus ad audiendum

accedat''.

_

¿Cómo se sabrá cuáles son los nilios de la parro–

quia que habnin cumplido siete aíios de edad, res–

pectivamente, que habrán llegado

á

la

edad de discre–

ción? .Averiguar esto con personas particulares no

conduce siempre á un resultado exacto. Lo mejor nos

parece que, por medio de los libros de bautismos, se

formen listas ó padrones de los niíios que han llegado

á

la edad de discreción, ó sea al séptimo aíio cum–

plido, para poder revisar si todos asisten al catequismo.

En cuanto

á

niíios venidos de otra parroquia, se con–

seguirá fácilmente sus nombres por medio de los niíios

originarios, preguntándoles esto cuando están unidos

para el catequismo. Sin estas medidas, aun en Quito

mismo, se encontrarán siempre "r emontados'', que,

pesar ele su edad avanzada, nunca se han confesado ni

comulgado, y que ni saben quién es Jesucristo.

Mas el párroco solo no alcanza á enseñar la Doc–

trina Cristiana, sino que necesita de coopera(lores. Lo que

dijo Benedicto XIV en la Encíclica "Etsi minime" (7 de

febrero de 1742) para toda la Iglesia, se experimenta

especialmente en el Ecuador: "Satis experientia com–

pertum est, imparem esse solius parochi laborem." Pero

aiiadió en seguida el esforzado Pontífice: "Quoties tamcn

episcopus toto animo ac studio in ecclesiam sibi com–

missam incumbat, numquam necessariis et opportnnis

destituetnr

~uxiliis."

Vamos

á

enumerar algunos

cooperadores,

los mismos que Benedicto XIV indica

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Ott1>1M, Vademécum.