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solamente para los indios. Si tales niiios no asisten
á
la Doctrina, qne vayan
á
la escuela; pero muchas veces
sus padres no lo mandan
;í,
ella, sea por· descuido,
sea porque los ocupan en los quehaceres .de la casa.
De ahí resulta que entre los cholos se encuentra á veces
mayor ignorancia en materia de religión, que entre los
indios netos.
Otros nilios reciben cierta instrucción religiosa, pero
deficiente. Son aquellos que no van
;í,
una escuela
pública y ele consiguiente no asisten al catequismo de un
sacerdote, sino que son instruídos en sus casas por un
preceptor prirndo. Ciertos padres mantienen un pre–
ceptor especial para sus hijos con la bueu;e intención
de que no aprendan las malas costumbres de los ni1ios
de la calle, y en cuanto
á
la instrucción religiosa des–
ean a su conciencia en el maestro,
:í
quien mandan que
ensei1e
á
sus hijos el catecismo. ¿Qué hace el maestro?
Hace al discípulo aprender ele memoria el cateci mo,
sin explicarlo. Y, como la terminología de muchos
catecismos es difícil y sin explicación poco inteligible
para los niiios, el aprender les causa mµcho tri bajo;
e to produce aversión ;il catecismo y en fin desprecio
de la religión misma. ¡Gracias
á
Dios ! que no son
muchas las familias que tienen un preceptor privado.
T ercero : los niiios que más hístima causan, son los
qne van
á
las escuelas protestantes, porqne corren el
inayor peligro ele perder la
fe.
Pero no hay que gastar
el tiempo en dar quejidos sin hacer nada, sino que
debemos buscar medios para contrarrestar el maligno
influjo de estas escuelas protestantes con una enselianza
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