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CXLV -
la palabra di,·ina en nombre de Cristo lo recibe el
sacerdote en el acramento del Orden. .Ahora bien,
Dios nunca impone un oficio sin comunicar también la
gracia de desempeliarlo saludablemente para el bien de
la Iglesia. Por esta razón
b
palabra sacerdotal causa,
c::eteris paribu , mayor impresión y fructifica má que
una exho1tación de un seglar. La profesión religiosa
es un acto del todo personal y no comunica ningún
derecho
á
un oficio en la Iglesia de Dios y, de con–
siguiente tampoco gracia para ejercer alguna función
eclesiástica.
n religioso que dirige una e cuela, puede
ser más santo y más diesh"o en el arte de enseiiar que
el sacerdote catequista· pero con todo e to no e com–
pensa Ja bendición de Ja gracia, que hay en Ja palabra
sacerdotal. No queremos decir que es indiferente que
el preceptor sea santo ó no y que su santidad no in–
fluya en la in trucción y educación de los ni1ios. Decir
cosa semejante sería un disparate, al que contradicen
Ja experiencia cotidiana y la vida de los santos; pero
la
bendición que Dios da
á
la palabra de nn preceptor
por su santidad, es nn carisma, mientras la gracia que
hay en la palabra del presbítero, emana necesariamente
del canícter sacerdotal, impreso en el alma del orde–
nado. "Ko malogres, pues, la gracia que tiene por la
consagración"
(1
Tim.
4, 14).
Para evitar toda equivocación declaramo que el
maestro de. escuela y cualquier seglar pueden ensei1ar
la religión y reciben para e to implícitamente una
gracia por el Sacramento de la Confirmación; el ca–
rácter de este Sacramento, impreso en el alma del