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-

CXL -

leche de la madre, y hemos notado que aun en el

Seminario los jóvenes aspirantes al sacerdocio no se

libran completamente de tales preocupaciones. De ahí

proviene en parte el descuido en el ministerio pastoral

de los indios. Pero, conforme al "Padre nuestro, que

estfís en los cielos", todos los hombres, el indio com9

el blanco, todos somos hijos ele Dios, hermanos todos

y llamados

á

ser príncipes en el reino ele la gloria.

Esta es la grande, la verdadera é ilu tre nobleza, tan

superior

las otras del mundo, cuanto se encumbra

el cielo sobre la tierra

1.

"Dice el

proverb.io

: La senda por la cual comenzó

el joven

anclar de de el principio, esa mi ma seguirá

también cuando viejo" (Prov.

22 6). Por e to importa

111ncl10 que ante todo los uiiíos, desde n más

fiemos auos, sean bien in truítlo

y

e<lncatlo .

En

efecto, por er en los niiios viva la primeras im–

presiones, la in tracciones

y

costumbres que se le

inculcaron, no pierden fácilmente su fuerza: son como

una segunda naturaleza. ¿ Qué má e puede de ear en

los niiíos qne el que las nociones de sus deberes nazcan

y se fortifiquen desde que comienzan á de envolver e

nat. del Reino de Quito,

l.

IV,

§

9.

~o

ha.y pues necesidad

de que

nosotro~

también gastemos tinta en refutarlos de

nuevo.

1

Véanse

ll-1.~UEL

F.

DE

BARRE~A,

Cruzada del Cate–

cismo, en ayo de remedio para nn gravísimo daño¡ y Boletín

Eclesiástico VII, 407 y sgs.