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leche de la madre, y hemos notado que aun en el
Seminario los jóvenes aspirantes al sacerdocio no se
libran completamente de tales preocupaciones. De ahí
proviene en parte el descuido en el ministerio pastoral
de los indios. Pero, conforme al "Padre nuestro, que
estfís en los cielos", todos los hombres, el indio com9
el blanco, todos somos hijos ele Dios, hermanos todos
y llamados
á
ser príncipes en el reino ele la gloria.
Esta es la grande, la verdadera é ilu tre nobleza, tan
superior
~í
las otras del mundo, cuanto se encumbra
el cielo sobre la tierra
1.
"Dice el
proverb.io: La senda por la cual comenzó
el joven
~í
anclar de de el principio, esa mi ma seguirá
también cuando viejo" (Prov.
22 6). Por e to importa
111ncl10 que ante todo los uiiíos, desde n más
fiemos auos, sean bien in truítlo
y
e<lncatlo .
En
efecto, por er en los niiios viva la primeras im–
presiones, la in tracciones
y
costumbres que se le
inculcaron, no pierden fácilmente su fuerza: son como
una segunda naturaleza. ¿ Qué má e puede de ear en
los niiíos qne el que las nociones de sus deberes nazcan
y se fortifiquen desde que comienzan á de envolver e
nat. del Reino de Quito,
l.
IV,
§
9.
~o
ha.y pues necesidad
de que
nosotro~
también gastemos tinta en refutarlos de
nuevo.
1
Véanse
ll-1.~UEL
F.
DE
BARRE~A,
Cruzada del Cate–
cismo, en ayo de remedio para nn gravísimo daño¡ y Boletín
Eclesiástico VII, 407 y sgs.