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Por fin hundióse el· sol en occidente,
Y hasta la luz crepuscular se aleja;
El
guan
lejano lúgubre y doliente,
Turba
el
silencio éon su ronca queja.
CLVI
Guasa
No faltará quien atribuya á pura
guasa
de
mi
parte el hecho de incluir este artículo en mi
qiii–
cheísmos,
ya que se ha tenido hasta ahora por
cha–
petón
el vocablo que encabeza estos· líneas; má de–
bo advertir que mientras no se me demue tre que
desde antes de que Colón descubriera la América
ya se usaba en España la oz
g·,uasa,
tengo derecho
de suponer que fue lle ada de América al Viejo
Mundo; hipótesis que hacen probable tre circuns–
tancias: dar el quiché plausible explicación de esa
voz, cuya etimología no han encontrado por
alld/
ser de sabor indígena, y muy usada por nuestro pue–
blo. (
I)
· La Academia Española define la voz
guasa,
en
estos términos: "falta de gracia y viveza; sosería,
pesadez, conjunto de cualidades que hacen desagra–
dable ó empalagosa á una persona,-fam. chanza,
burla."
(1)
Y aun en el caso de que la tal palabreja figurara en algún
escrito anterior al año de
1492,
me quedaría la salida de que, según
el autor de la
Iságo¡re histórica-apologética de las I11dias Occidentales
y
especial de la provincia de San Vicente de Chiapa
y
Guatemala,
los
fenicios, los cartaginenses
y
los españoles visitaron repetidas veces la
tierra de
Arsareth
(la América) mucho antes del nacimiento de C1is–
to,
y
aun fundaron colonias en ella,
y
en tal caso nada se opone á que
desde aquel entonces se haya llevado de estos países
á
la península
ibérica el vocablo de que trato ahora; la cual
salida
no pasaría de ser
una
guasa.