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EL REVERSiO

su querido Enrique. Este mal sujeto se llamaba En–

rique, dijo Alain,

y

este nombre, lo mismo que el de

Enriqueta, no debe pronunciar5e nunta donde ella

esté. Prosigo. Sin salir nunca de su habitación de la

calle de la Corderie du Temple, más que para ir á

buscar su subsistencia

y

su trabajo, la señora de la

Chanterie cubría todas las necesidades de la casa,

gracias á los cien francos que su suegro, conmovido

por tanta virtud, hacía llegar á sus manos. No obs–

tante, previendo que aquel recurso podía faltarle, la

pobre mujer tomó la profesión de corsetera

y

traba- .

jaba para un taller. En efecto; el anciano tratante

murió,

y

su herencia fué devorada por su hijo gracias

á la anulación de las leyes de la monarquía. El anti-'

guo magistrado, habiendo pasado á ser uno de los

más feroces presidentes del tribunal revolucionario,

fué el terror de Normandía,

y

pudo de este modo

satisfacer todas sus pasiones. Encarcelado á su vez

cuando la caída de Robespierre, el odio de la comarca

hacía presentir su próxima muerte. La señora de la

Chanterie supo, por una carta de despedida, la suerte

que esperaba á su marido. Inmediatamente después

de haber confiado su hija á una vecina, se fué al pue–

blo en que el miserable•estaba detenido, provista de

los pocos luises que constituían su fortuna; estos luí–

ses le sirvieron para entrar en la cárcel, de donde

logró sacar

á

su marido, vistiéndole con sus propias

ropas, de un modo muy semejante al que empleó 'más

tarde la señora de La Valette. Lá buena esposa fué

condenada á muerte; pero sintieron vergüenza de lle–

var á cabo semejante venganza, y el tribunal que ha–

bía presidido en otro tiempo su marido le procuró

por bajo mano los medios de

escap~rse,

y la infeliz

mujer volvió

á

París

á

pie, sin recursos, durmiendo

en las posadas y comiendo á veces de caridad.

-¡Dios mío! exclamó Godofredo.

-¡Espere usted!. .. repuso Alain, esto no es nada.

En ocho años, la pobre mujer no vió á su marido más