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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

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no se les da tiempo suficiente para hacer prodigios.

La gente

á

que usted se refiere, en nuestras manos

hubieran llegado á ser hombres distinguidos, pues

poseen una inmensa energía¡ pero una vez que han

cometido un asesinato, ya no es posible ocuparse de

ellos, porque la justicia humana se los apropia.

-<De modo que es usted contrario á la pena de–

muerte? dijo Godofredo.

Don Nicolás se levantó apresuradamente

y

salió.

-No hable usted nunca de la pena de muerte

delante de don Nicolás; en una ejecución que le tocó

escoltar, reconoció en uno de los criminales á su hijo

natural. ..

-¡1:!:

era inocente! repuso don J osé .

En este momento, la señora de la Chanterie, que

se había ausentado por algunos instantes, volvió al

salón.

-En

fi~,

confiese usted, dijo Godofredo dirigién–

dose á don José, que la sociedad no puede subsistir

sin la pena cRNnuerte,

y

que los que van

á

ser mañana

guillotinados ...

Godofredo sintió que una mano vigorosa le cerraba

la boca con fuerza, y el abate

V

eze se llevó á la se–

ñora de la Chanterie pálida

y

casi moribunda.

-{Qué ha hecho usted ...

?

dijo don José

á

Godo–

fredo . Ac.Qmpáñele usted, Alain, dijo retirando la mano

con que había amordazado al joven.

Y siguió al abate Veze á la habitación de la se-

ñora.

.

-Venga usted, dijo el señor Alain á Godofredo.

Nos ha obligado usted á confiarle los secretos de la

vida de la señora.

Algunos instantes después los dos amigos se en–

contraron en el cuarto del honrado Alain, como ha–

bían estado cuando el anciano había contado su his–

toria al joven.

-Pero {qUé es ellor dijo Godofredo, cuyo rostro

anunciaba su desesperación por haber sido la causa