.So
EL REVERSO
mos, á todas horas, al levantarnos, al acostarnos, al
vestirnos ... ¡Ah! ¡si supiera usted los inmensos pla–
ceres que proporciona el cumplimiento de esa divisa!
-{De qué clase? ... preguntó Godofredo esperando
nuevas revelaciones.
-En primer lugar, somos tan ricos como el barón
-de Nucingen ... Pero la
Imitación de jesucristo
nos
prohibe tener nada nuestro; no somos más que distri–
buidores , y si tuviésemos· un solo sentimiento de or–
gullo, ya no seriamos dignos de serlo. Eso ya no seria
.t ransire benefaciendo,
sino que sería gozar con el pen–
samiento. El que fuese capaz de decirse, hinchando un
poco las narices : «¡Yo desempeño el papel de Provi–
·dencia l», como acaso hubiera usted podido pensar si
.hubiese usted estado en mi puesto esta mañana dando
la vida á una familia, se convertiría en un Sardaná–
polo, en un malvado . Ninguno de esos señores piensa
en si cuando hace el bien; es preciso despojarse de
toda vanidad , de todo orgullo , de todo amor propio,
.Y
eso, créalo usted , es bastante dificil.
Godofredo dió las buenas noches al señor Alain,
y
-volvió á su habitación vivamente conmovido con aquel
r elato; pero su curiosidad quedó, más que satisfecha,
irritada, pues la gran figura del cuadro que ofrecía
.aquella casa era la señora de la Chanterie. La vida de
esta mujer tenía para él tanto precio, ·que su conoci–
miento era el único objeto de su permanencia en la
posada de la Chanterie . Entreveía ya en la asociación
-de aquellas cinco .personas una vasta empresa de ca–
. ridad; pero pensaba en su heroína mucho más que
en esta empresa.
El neófito pasó algunos días observando, mejor de
lo que lo había hecho hasta entonces, á la gente esco–
;gida con quien vivía , y pasó á ser sujeto de un fenó–
meno moral que los filántropos modernos han desde–
ñado, sin duda por ignorancia. La esfera en que
vivía ejercía una influencia positiva sobre Godofredo.
La ley que rige á la naturaleza física relativa á la in-