DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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I
razones, que comprenderá usted por un documento
confidencial presentado al Emperador. Por otra parte,
aquel hombre .se había captado, bada mucho tiempo,
J
las simpatías de los más distinguidos realistas de la
, comarca, por su adhesión á la
~causa
real durante
la época más borrascosa de la Revolución. Era uno
de los emisarios más activos de Luis
XVIII,
y,
desde
1
79 3, había tomado parte en todas las conspi–
raciones, retirándose de ellas tan sabiamente y con
tanta astucia, que acabó por inspirar sospechas. ·
Habiéndole dado las gracias Luis
XVIII
por sus servi–
cios, y como no tomase ya parte en los asuntos polí–
ticos, volvió
á
tomar posesión de sus tierras, empe–
ñadas bacía ya mucho tiempo. Estos
ante~edentes,
obscuros
~
la sazón (pues los iniciados en los secre–
tos del gabinete real guardaron silencio sobre tan po–
deroso cooperador), hicieron objeto á. aquél de una
especie de culto en una ciudad tan adicta
á
los Bar–
bones, y donde los medios más crueles de la cbuane–
ría eran admitidos como de buen género. Los Estrig–
non, los Castera.IL._el caballero de Valois, en fin, la
aristocracia y la lglesia abrieron sus brazos
á
aquel
diplomático realista y lo ampararon. Esta protección
fué apoyada por el deseo que los acreedores tenían
de ser pagados. Aquel miserable, que podía formar
pareja con la Chanterie, supo contenerse durante tres
años, ·fingió la más alta devoción é impuso silencio á
sus vicios. Durante los primeros meses que los recién
casados pasaron juntos, el marido ejerció una especie
de infl uencia sobre su mujer, é intentó corromperla
con sus doctrinas (si doctrina puede llamarse al
, ateísmo) y con el tono burlesco con que hablaba de
los principios más
s~grados.
Desde su vuelta al país,
este diplomático de baja estofa tuvo amistad íntima
con un joven cargado de deudas como él, pero que
se hacía símpátÍfO por tanta franqueza y valor como
hipocresía y cobardía había demostrado aquél. Este
s ocio, cuyos atractivos, carácter y vida aventurera te-