Table of Contents Table of Contents
Previous Page  99 / 298 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 99 / 298 Next Page
Page Background

DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

95

ficio de la buena causa. Este joven jefe se ocupaba,

pues, en reanimar la tea de la discordia de la chuane–

ría, para obrar en un momento oportuno. El Empera–

dor pasó entonces una crisis atroz cuando, encerrado

en la isla de Lobau, pareció que tenía que sucumbir

ante el ataque de Inglaterra

y

de Austria. La victoria

de Wagram hizo casi inútil la conspiración tramada

en el interior. Esta esperanza de encender la guerra

civil en Bretaña, en la Vendea y en una parte de

Normandía, coincidió fatalmente con el estado más

difícil de .tos negocios del barón, que pensó en llevar

á

cabo una expedición cuyos productos serian aplica–

dos exclusivamente

á

salvar sus propiedades. Por un

sentimiento lleno de nobleza, su mujer y su amigo se

negaron

á

invertir en cosas privadas

l~s

sumas que

habían de tomarse

á

mano armada de los fondos del

Estado, y que habían de ser destinadas

á

asalariar

á

los prófugos y

á

los chuanes, y

á

procurarse armas

y

municiones para llevar

á

cabo un levantamiento.

Cuando, después de acaloradas discusiones, el joven

jefe, apoyado p<!d: mujer, negó terminantemente al

marido el centenar de miles de francos cuya adquisi–

ción iba

á

hacerse por cuenta del ejército real, sorpren–

diendo los fondos que enviaba al Estado una de las

recaudaciones generales del Oeste, el barón desapa–

reció para evitar las ardientes persecuciones y encar–

celamientos que empezaron

á

llevarse

á

cabo. Los

acreedores deseaban los bienes de la mujer, y aquel

miserable había agotado el manantial del interés que

inclina

á

una mujer

á

sacrificarse por el marido. Esto

es lo que ignoraba la pobre señora de la

Chanteri~;

pero esto no es nada en comparación de la trama

oculta bajo esta explicación preliminar. Esta noche,

dijo el bondadoso anciano mirando al reloj, es ya

muy tarde, y aunque quisiera contarle

á

usted el resto

de la historia, !lo tendría tiempo. Cuando me instalé

aquí, mi amigo el anciano Bordin,

á

quien el famoso

. proceso Simeuse había iniciado en

al~unos

de los