DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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ficio de la buena causa. Este joven jefe se ocupaba,
pues, en reanimar la tea de la discordia de la chuane–
ría, para obrar en un momento oportuno. El Empera–
dor pasó entonces una crisis atroz cuando, encerrado
en la isla de Lobau, pareció que tenía que sucumbir
ante el ataque de Inglaterra
y
de Austria. La victoria
de Wagram hizo casi inútil la conspiración tramada
en el interior. Esta esperanza de encender la guerra
civil en Bretaña, en la Vendea y en una parte de
Normandía, coincidió fatalmente con el estado más
difícil de .tos negocios del barón, que pensó en llevar
á
cabo una expedición cuyos productos serian aplica–
dos exclusivamente
á
salvar sus propiedades. Por un
sentimiento lleno de nobleza, su mujer y su amigo se
negaron
á
invertir en cosas privadas
l~s
sumas que
habían de tomarse
á
mano armada de los fondos del
Estado, y que habían de ser destinadas
á
asalariar
á
los prófugos y
á
los chuanes, y
á
procurarse armas
y
municiones para llevar
á
cabo un levantamiento.
Cuando, después de acaloradas discusiones, el joven
jefe, apoyado p<!d: mujer, negó terminantemente al
marido el centenar de miles de francos cuya adquisi–
ción iba
á
hacerse por cuenta del ejército real, sorpren–
diendo los fondos que enviaba al Estado una de las
recaudaciones generales del Oeste, el barón desapa–
reció para evitar las ardientes persecuciones y encar–
celamientos que empezaron
á
llevarse
á
cabo. Los
acreedores deseaban los bienes de la mujer, y aquel
miserable había agotado el manantial del interés que
inclina
á
una mujer
á
sacrificarse por el marido. Esto
es lo que ignoraba la pobre señora de la
Chanteri~;
pero esto no es nada en comparación de la trama
oculta bajo esta explicación preliminar. Esta noche,
dijo el bondadoso anciano mirando al reloj, es ya
muy tarde, y aunque quisiera contarle
á
usted el resto
de la historia, !lo tendría tiempo. Cuando me instalé
aquí, mi amigo el anciano Bordin,
á
quien el famoso
. proceso Simeuse había iniciado en
al~unos
de los