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.74

EL REVERSO

desempeñaba me ponía en relación con muchos des–

graciados. Hacía doce años que conocía la miseria

pública mejor de lo que podía conocerla nadie. Una

ó

' ·dos veces socorrí

á

algunos desgraciados. Al ver que

de los diez

á

quienes había socorrido había una

Ó

d9s

familias que habían salido de sus apuros, sentí un vivo

....

placer. Se me ocurrió la idea de que las obr-as de be...

neficencia y de caridad no deben consistir en dar di–

nero sin ton ni son

á

los que sufren. Hacer obras de

caridad, en la forma vulgar y ordinaria en que suelen

hacerse, me pareció que equivalía á favorecer el cri–

men. Me puse

á

estudiar esta cuestión. Tenia enton–

ces cincuenta años y mi vida estaba acabada. ¿Para

qué sirvo

yo~

me pregunté. (A quién he de dejar mi

fortuna~

Cuando yo haya amueblado ricamente mi ha–

bitación, cuando tenga una buena cocinera, cuando

mi existencia esté asegurada, ¿en qué voy á emplear

d

tiempo? Once años de revolución y quince de mi–

seria habían devorado el tiempo más precioso de mi

vida, lo habían gastado en un trabajo estéril, ó mejor

dicho, lo había empleado úr.icamente en la conserva–

ción de mi individuo. A esa edad nadie puede salir

de ese destino obscuro y comprimido por la necesidad,

ni lanzarse en busca de un porvenir brillante; pero se

puede ser siempre útil. Comprendí, en fin, que una

vigilancia pródiga en consejos centuplicaba

el

valor

del dinero dado, pues los desgraciados tienen sobre

todo necesidad de guía, haciéndoles aprovecharse del

trabajo que ellos tienen que hacer para otros, substi–

tuyen al especulador y obtienen la parte que habían

de darle. Habiendo obtenido magníficos resultados en

varias ocasiones, me sentí orgulloso de mí mismo.

Vi

á

la vez en aquello una obra buena y una ocupa–

ción, aparte

de

los infinitos goces que proporciona el

placer de desempeñar en pequeño el papel de Provi–

dencia.

-Y

(lo desempeña usted ahora en grande? pre–

guntó vivamente Godofredo.