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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

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1

á

pesar de todo esto, repito, no me olvidé de aquella

mañana y vengo á decirle á usted: «No acuse á la

desgracia, porque no la conocen. No he tenido ni una

hora ni un segundo para escribirle y responder á sus

cartas. {Quería usted acaso que viniese á halagarle? ...

Pedir eso sería tanto como pedir á la liebre, cansada

por los perros y los cazadores, que descansase en un

claro del bosque y que paciese la yerba.

No

he diri–

gido á usted ninguna carta, porque no me bastaba

el

tiempo para llenar las exigencias de aquellos de quie–

nes

d~.~pendía

mi suerte. Novicio en el teatro, he sido

víctima

de

los músicos, de los actores, de los cantantes

y de la orquesta. Para poder marcharme y comprar

lo que mi familia necesita allá abajo, he vendido

Los

Per~nos

al director, con dos piezas más que tenía en

cartera. Parto para Holanda sin un céntimo; c.omeré

pan por el camino hasta que llegue á F'lessingue . Mi

viaje está pagado, y esto es todo. Sin la piedad de

mi patrona, que confía en mí, me hubiera visto obli–

gado á partic á pie con mi hato al hombro. A pesar de

sus dudas sobre mi, como que sin usted no hubiera

podido enviar á mi suegro

y

á mi mujer á New-York,

mi agradecimiento es el mismo. No,

señor

Alain, no

olvidaré nunca que los cien luisps que usted me prestó

le producirían hoy mil quinientos francos de renta.–

Le creo á usted, Mongenod, le dije casi convencido

por el acento que había empleado al pronunciar estas

palabras.-¡Ahl ya no me dices señor, dijo con viveza

mirándome con aire enternecido. ¡Dios mio! dejaría

Francia con menos pesar si dejase en ella un hombre

á

cuyos ojos no fuese ni un medio bribón, ni un disi–

pador, ni un hombre lleno de ilusiones. Enmedio de

mi miseria he amado á un ángel, y un hombre que

sabe amar, Alain, no es del todo despreciable ... Al

oír estas palabras le tendí mi mano, que él se apre–

suró á estrechar.-¡Que el cielo te proteja! le dije.-

~

{Seguimos.siendo

amigos~

me preguntó.-Sí, le res–

pondí. Que no se diga que mi compañero de la infan-