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EL REVERSO
usted llega á incomodarle. El deudor procura desem–
barazarse del acreedor arreglándose con su concien-
'cia, y de cien hombres, setenta y cinco procurarán
no volver á verlo en los días de su vida.-{De modo–
que sólo reconoce usted un veinticinco por ciento de
hombres honrados?-(He dicho eso? me r(spondió
sonriéndose con malicia, pues aun he dicho mucho ...
Quince días después recibí una carta en la que Bordín
me rogaba que pasase á su casa para recoger mi re–
cibo, y me apresuré á ir. -He tratado de ver si podía
rescatarle á usted cincuenta luises, me dijo (yo le
había confiado la conversación que había tenido con
Mongenod), pero los pájaros han volado. Dígale usted
adiós
á
su dinero. Sus canarios han volado
á
los·
países cálidos. Tenemos que habérnoslas con un gran
camastrón. Me dijo que su mujer y su suegro se
habían marchado á los Estados Unidos, llevándose
sesenta luises de los de usted para comprar allí tierras.
y que contaba ir
á
unírseles con objeto de hacer for–
tuna y de poder volver á pagar sus deudas, cuyo es–
tado, completamente en regla, me ha confiado, rogán–
dome que no perdiese de vista
á
sus acreedores. He
aquí ese estado circunstanciado, me dijo Bordín pre–
sentándome una nota cuyo total leí. ¡Diez
y
siete mil
francos! me dijo el exprocurador. Una suma con la
que se podría comprar una casa que diese dos mil
escudos de renta.
Y
después rie haber hablado de este
modo, me entregó una letra de cambio por valor de
cien luises, acompañada de un documento por el cual
Mongenod me reconocía asimismo los intereses.–
Bueno, ya estamos listos, le dije yo á Bordín.-No
le negará
á
usted la deuda, me respondió mi antiguo–
principal; pero al que no tiene, el rey, ó mejor dicho,
el Directorio, lo hace libre... Dichas estas palabras,
salí. Creyendo que había sido tobado por un medio–
que no castiga la ley, retiré mi estimación á Monge–
nod y me resigné muy filosóficamente. Si recalco–
tanto estos detalles tan vulgares
y
en apa:riencia tan.
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