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r

EL REVERSO

y haciéndome gastar en costas? He recibido noticias

de mi suegro y de mi mujer,

y

me envían la nota de .

las cosas necesarias para su establecimiento. Con este

motivo he tenido que emplear todos mis recursos en

estas adquisiciones. Ahora, sin que ·nadie pueda im–

pedírmelo, voy á marchar en un navío holandés á

'Flessingue, donde he establecido todos mis negocios.

Bonaparte ha ganado la batalla de Marengo, la paz

va á firmarse,

y

yo puedo sin temor unirme á mi fa–

milia, pues mi pobre mujer ha partido encinta.-<De

modo que me ha inmolado usted á sus intereses? le

pregunté.-SI, me respondió. Yo creí que era usted

amigo mio. Me pareció tan sublime el acento con que

pronunció estas palabras, que en aquel momento me

sentí inferior á Mongenod.-<No se lo dije á usted?

repuso. <No fui franco con usted allí, en aquel mismo

sitio? Me dirigi á usted, Alain, como á la única per–

sona de quien creía ser apreciado. Cincuenta luises,

le dije, estarían perdidos, pero cien podría aún devol–

vérselos á u5ted. No le señalé plazo ninguno porque,

<puedo yo saber cuándo acabaré mi lucha con la mi-

- seria? Usted era mi último amigo; todos los demás,

hasta nuestro antiguo principal Bordín, me despre–

ciaban porque les pedía dinero. ¡Ohl ¡usted no sa1:>e,

Alain, la cruel sensación que experimenta un corazón

honrado cuando es presa de la desgracia y cuando va

á casa de alguien á pedirle. socorros! ... ¡y lo que viene

detrás! ¡Ojalá que no lo conozca usted nunca, porque

es mil veces más espantoso que las angustias de la

muerte! Me ha escrito usted cartas que, si hubiese

usted estado en mi lugar, le hubiesen parecido odio–

sas. Esperaba usted de mí cosas que no podía yo

hacer. Ustedes el único con quien quiero justificarme.

A pesar de sus rigores,

y

aunque de amigo

~e

tornó

usted en acreedor el día en que Bordin me pidió

el

recibo de parte suya, desmintiendo de ese modo el su–

blime contrato que habíamos hecho allí estrechán–

donos las manos y derramando lágrimas, pues bien,