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EL REVERSO
circunstancia me irritó mucho, y mi irritación, lejos
de ser pasajera, aumentó por días. He aquí cómo: Al–
gunos días después de este encuentro, escribi
á
Mon–
genod poco más ó menos en estos términos: ' «Amigo
mío: No debe usted creerme indiferente
á
todo lo que
pueda ocurrirle de feliz ó desgraciado. {Han dado
Los
Peruanos
el resultado que usted se
esperaba~
Me ol–
vidó usted para la primera representación, cuando
hubiera tenido tanto gusto en aplaudirle. Estabª usted
e..n su derecho. De todos modos, deseo mucho que
. encuentre usted un Perú, pues yo he
encontr~do
el
medio de emplear mi dinero, y cuento con que me
satisfará usted
el
importe de su deuda. Su amigo,
ALAIN.)) Después de haber permanecido quince días
sin recibir respuesta, me fuí
á
la calle de los Moineaux.
La posadera me comunicó que la mujer se había mar–
chado con su padre en la época en que Mongenod
había anunciado aquella marcha
á
Bordín. Monge–
nod salía de su buhardilla muy de mañana y no vol–
vía hasta muy entrada la noche. Pasaron quince días
más, y por fin le escribí una nueva carta concebida de
esta suerte:
<
1
Mi querido Mongenod: No le veo
á
usted
por ninguna parte y veo que tampoco contesta usted á
mis cartas; no concibo su conducta. Si yo me portase
así con usted,
{qUé
pensaría de míf» En lugar de po–
ner vuestro amigo, puse: mil afectos. Pasó un mes
más sin tener noticia alguna de Mongenod.
Los
Pe-
1·uanos
no habían tenido el éxito que su autor espe- '
raba. Fui, pagando, á ver la vigésima representación y
vi que había muy poca gente. Sin embargo, la señora
Sción estaba muy hermosa. Me dijeron en el salón
de descanso que la pieza obtendría aún algunas re–
presentaciones. En días diferentes fui siete veces á
casa de Mongenod, no lo encontré nunca, si bien
todas ellas dejé una tarjeta á la patrona. Desesperado
ya, le eseribí lo siguiente: «Caballero: Si no quiere
usted perder mi estimación después· de haber perdido
mi amistad, e spero que me tratará usted ahora cual
'