Table of Contents Table of Contents
Previous Page  60 / 298 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 60 / 298 Next Page
Page Background

EL REVERSO

ciano se puso excesivamente encarnado, pues par-ecía

que había provocado aquel elogio, cuando su recono–

cida modestia hacía creer que ni siquiera había pen- -

sado en él. Godofredo sabía perfectamente que los

comensales de la señora de la Chanterie no gustaban

de adulaciones. No obstante, era tanta la excesiva

sencillez del buen Alain, que aquel escrúpulo le causó

más rubor del que pudiera causar á una joven la con–

cepción de un mal pensamiento.

-Si estoy aún muy lejos de él en la parte moral,

repuso el señor Alain, estoy muy seguro de pare–

cerme á él en lo físico.

Godofredo quiso hablar, pero se lo impidió con un

gesto el anciano, cuya nariz tenía, en efecto, la apa–

riencia tuberculosa de la del santo, y cuya cara, pare–

cida á la de un viejo vendimiador, era el verdadero

retrato del rostro del fundador de los niños abando–

nados.

-Respecto á mí, no va usted equivocado, dijo,

continuando: Mi vocación fué determinada por un

sentimiento de arrepentimiento, originado de una

aventura.

-¡Usted! ¡una avent ura! exclamó en voz baja Go–

dofredo, á quien estas palabras hicieron olvidar lo

que quería responder antes al anciano.

- ¡Oh! .¡Dios mío! lo que voy á contarle á usted le

pa¡¡ecerá acaso una bagatela, una tontería; pero ante

el tribunah:le la conciencia, la cosa cambia. Si persiste

usted en su deseo de participar de nuestras obras des–

pués de haberme escuchado, comprenderá usted que

los sentimientos son proporcionales á la fuerza de las

almas,

y

que el hecho que no atormenta

á

un espí–

ritu fuerte, puede muy bien turbar la conciencia de ·

un débil cristiano.

Después lie esta especie de prefacio, sería imposi–

ble expresar el grado de curiosidad á que llegó el

neófito . {Cuál podía ser el crimen de aquel hombre,

á

quien la señora de la Chanterie llamaba su

cordero