DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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Estas palabras pusieron tan contenta
á
la señora
de la Chanterie, que sus mejillas se cubrieron de un
ligero carmfn; después cogió la mano de Godofredo,
-se la estrechó y le dijo con una extraña emoción:
-Está bien.
Por la noche, después de la comida, Godotredo vió
llegar á un vicario general de la diócesis de París,
dos canónigos, dos antiguos alcaldes de Paris y una
dama de la caridad. No se jugó
á
nada, y la conver–
sación general fué alegre sin ser fútil.
Una visita que sorprendió mucho á Godofredo fue
la de la condesa de Cinq- Cygne, una de las más pu–
ras ari tócratas, cuyo salón era inabordable para la
burguesía y para los advenedizos. La presencia de
a~lla
gran dama en el salón de la señora de la
Chanterie era ya extraordinaria; pero la manera que
aquellas mujeres tuvieron de saludarse y de tratarse
fué cosa inexplicable para Godofredo, pues demos–
traba una intimidad y relaciones constantes que daban
un inmenso valor á la señora de la Chanterie. La se–
ñora de Cinq-Cygne estuvo amable y afectuosa con
los cuatro amigos de su amiga, tratando con cierto
respeto
á
don Nicolás. Se ve que la vanidad social
dominaba aún
á
Godofredo, el cual, aunque hasta en–
tonces había estado bastante indeciso, resolvió pres–
tarse, con ó sin convicción,
á
todo lo que la señora de
la Chanterie y sus amigos exigiesen de él para llegar
á
hacer que le afiliasen en su orden ó que le iniciasen
en sus secretos, prometiéndose no tomar hasta enton–
ces partido alguno .
Al día siguiente fué á casa del tenedor de libros
que le indicó la señora de la Chanterie, convino con
él las horas en que trabajarían juntos,
y
tuvo así em–
pleadas todas
la~
horas del día, pues el abate Veze
le catequizaba por la mañana, iba dos horas diarias
á
casa del tenedor de libros, y hacia entre el almuerzo
y
la comida los problemas y escrituras comerciales
imaginarios que el maestro le hacia llevar.