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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

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á veces importantes. El

muchacho qu

e estaba de ayu–

dante de caja en casa de Mongen.od iba muchas ve–

ces, siempre muy temprano, á fin de que el servicio

que tenía que prestar durante el día no fuese inte–

rrumpido con estos recados.

·

El señor Mongenod mismo fué una noche, y Godo–

Credo observó en él, para con el señor Alain, indicios

de una familiaridad filial y de un profundo respeto que

le demostraba tanto á él como á los otros huéspedes.

Aquella noche, el banquero no hizo á Godofredo

más que preguntas sin importancia: Si se encontraba

bien allí, si pensaba permanecer, etc., aconsejándole

que persistiese en su resolución.

~No

me falta más que una cosa para ser feliz,

dijo Godo.fredo.

-Y {qué es ello) preguntó el banquero.

-Una ocupación.

-¡Una ocupación 1 repuso el abate Veze. ¿Ha

cambiado usted de opinión) había venido usted á

nuestro claustro á buscar reposo. . .

-El reposo, sin la oración que vivificaba los mo–

nasterios, sin la meditación que poblaba las tebaidas,

se convierte en una enfermedad, dijo sentenciosa–

mente don José.

-Aprenda usted la teneduría de libros, dijo son–

riéndose el señor Mongenod, y dentro de algunos

meses pódrá usted ser muy útil-á mis amigos.

-¡Ohl

con mucho gusto, exclamó Godofredo.

Al día siguiente era domingo y la señora de la

Chanterie exigió á su huésped que le diese el brazo

para ir

á

misa mayor.

-Es la única cosa en que pienso violentarle á

usted, le dijo la señora de la Chanterie. Muchas

_ veces, durante esta semana, he querido hablarle á

usted de su salvación¡ pero me parece que aun no ha

llegado el momento. Si participase usted de nuestras

creencias estaría muy ocupado, porque participada

también de nuestros trabajos.