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DE LA HISTORIA CONTEMPORANEA
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jeres, hasta las devotas, usan de las mismas mañas;
y cuando la señora, dijo
llamando~
á su patrona por
el nombre que le daban todos, n<;> quiere que yo esté
presente, es porque algo..se trama contra mi.
Llevado de este pensamiento quiso mirar desde su
ventana al salón, pero la disposición de los lugares
no le permitió ver nada. Bajó un piso y volvió á subir
en seguida á su habitación, pues pensó que, dada la
rigidez de los principios de los habitantes de aquella
casa, un acto de espionaje contribuiría á que lo des–
pidiesen inmediatamente. Perder la estimación de
atluellas cinco personas, le pareció tan grave como
deshonrarse públicamente. Esperó unos tres cuartos
de hora y resolvió sorprender á la señora de la Chan–
teci_e anticipando la hora indicada . Resolvió justifi–
carse por medio de una mentira, diciendo que su reloj
andaba m\1.1 y adelantándolo veinte minutos. Después
bajó sin hacer ruido, llegó hasta la puerta del salón y
la abrió bruscamente.
Vió entonces á un hombre bastante célebre, joven
aun, á un poeta á quien había encontrado muchas
veces en sociedad, á Víctor de Vernisset, con una ro-
_dilla en tierra, delante de la señora de la Chanterie y
besándole la falda. El cielo cayendo en mil pedazos ,
cual si fuese de cristal, como creían los antiguos, no
hubiese sorprendido tanto
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Godofredo como aquel
• espectáculo. Acudieron á su mente los más terribles
pensamiéntos, y tuvo una reacción más terrible aun
cuando, al primer sarcasmo que se le ocurrió y que
iba á pronunciar, vió en un rincón del salón al señor
Alain contando billetes de mil francos.
En un momento, Vernisset se levantó y el buen
Alain quedó sobrecogido. La señora de la Chanterie
-dirigió á Godofredo una mirada que le petrificó, pues
la doble expresión del rostro de su huésped no se le
babia escapado.
-Este caballero, dijo la dama al joven poeta sef.a–
lando á Godofredo, es de los
~uestros.
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