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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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colás parecía dar la palma del martirio
á
la señora de
la Chanterie, y, no obstante, el recuerdo de las des–
gracias de ésta estaba tan bien contenido con la re–
signación católica
y
con sus secretas ocupaciones,
que parecía que había sido siempre feliz.
-Usted es Ja vida de sus amigos, le dijo un día
Godofredo, usted es el lazo que los une, usted es, por
decirlo así, la mujer que dirige una gran obra,
y
como nosotros somos mortales, me pregunto muchas
veces qué seria de la asociación sin usted .
-Eso es lo que les asusta; pero la Providencia, que
nos proporcionó nuestro tenedor de libros, sabrá tam–
bién precaver esos males. Por otra parte, yo bus-
care.
.
-Y {estará pronto al servicio de la casa el nuevo
tenedor de libros? preguntó Godofredo riéndose.
-Eso depende de él, contestó la anciana. Que sea
sinceramente religioso, que sea piadoso, que no tenga
la más pequeña huella de amor propio, que no se
preocupe por las riquezas de nuestra casa, que piense
' en sobreponerse á las pequeñeces sociales sirviéndose
de las dos alas que Dios nos ha dado ...
-{Qué?
.-La sencillez
y
la pureza, respondió la señora de
la Chanterie. Su ignorancia me demuestra
á
las cla–
ras que abandona usted nuestro libro, añadió rién–
dose del inocente medio de que echó mano para sa–
ber si Godofredo lefa la
Imitación
dll
j esucristo.
En
fin, penétrese usted de la epístola de San Pablo sobre
la caridad. No será usted el que será nuestro, dijo ella
con una expresión sublime, seremos nosotros los que
seremos de usted¡ podrá usted contar riquezas más
inmensas que las que poseyó nunca soberano alguno
en la tierra¡ gozará de ellas como nosotros gozamos,
y permítame usted decirle que, si se acuerda de las
Mil
y
un
:a
noches,
los tesoros de Aladino no son nada
comparados con los que nosotros poseemos... Hace
un año que no sabíamos cómo arreglarnos, pues no