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EL REVERSO

En la misa, Godofredo observó el fervor de don

Nicolás, de don José y del señor Alain¡ pero como

había podido convencerse ya, durante aquellos pocos

días, de la superioridad, de la perspicacia, de la ex–

tensión de los conocimientos

y

del gran talento de

aquellos señores, pensó que, cuando se humillaban

de aquel modo, la religión católica debía tener secre–

tos que habían pasado desapercibidos para él hasta

entonces.

-.Después de todo, se dijo, es la religión de los

Bossuet, de los Pascales, de los Racines, de los San

Luis, de los Luis XIV, de los Rafaeles, de los Miguel

Angel, de los Jimenez¡ de los Bayardos, de los Du

Guesclin, y yo, raquítico y torpe, no sabría igualarme

á esas inteligencias, á esos hombres de

~stado,

á

esos poetas, á esos capitanes.

Si no debiese resultar una profunda enseñanza de

estos insignificantes detalles, no merecería la pena

ocuparse de ellos¡ pero son indispensables para el

interés de esta historia, en la que el público actual

creerá ya difícilmente, y que empieza con un hecho

casi ridículo: el impetio que tomaba una mujer de

sesenta años sobre un hombre joven desengañado

de todo.

·

-No ha rezado usted por nadie, ni siquiera por el

descanso del alma de su madre, dijo la seií.ora de la

Chanterie á Godofredo en la puerta de Notre-Dame.

Godofredo se puso encarnado y guardó silencio.

-Hágame usted el favor, le dijo después, de subir

á

su

o-

habitación y de no bajar hasta dentro de una

hora. Si me ama usted, añadió, medite sobre el pri–

mer capítulo del tercer libro de la

IMITACIÓN,

titulado:

De la Conservación interior.

G0dofredo saludó con frialdad y subió á su habita–

ción.

-¡Que el demonio los lleve á todos! se dijo entre–

gándose á una seria cólera. {Qué diablo quieren de

mí aquí? {Qué tráfico es este? ... ¡Bah! todas las mu-