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EL REVERSO

Pasaron algunos días de este modo, durante los

cuales Godofredo sintió el encanto de una vida cuyas -

horas estaban todas empleadas. La práctica de traba–

jos conocidos á determinados momentos y su regula- '

ridad, da la razón de muchas existencias felices y

prueban lo mucho

y

muy profundamente que los fun–

dadores de órdenes religiosas habían meditado sobre

la naturaleza del hombre. Godofredo, que se había

prometido dar oídos al abate Veze, sentía ya temores

sobre su vida futura

y

empezaba á ver que ignoraba

la gravedad de las cuestiones religiosas. En fin, de ',;_;

día en· día, la señora de la Chanterie, al lado de la

cual permanecía una hora después del segundo al–

muerzo, le dejaba descubrir nuevos tesoros en ella,

hasta el punto que nunca se hubiese imaginado una

bondad tan completa ni tan extensa. Una mujer de la

edad que la señora de la Chanterie parecía tener, no

tiene ninguno de los pequeños fastidios de una joven;_

es un amigo que os ofrece todas las delicadezas feme–

ninas, que desplega todas las gracias

y

cuidados que

la naturaleza inspira á la mujer para el hombre,

y

que no las vende; es execrable ó perfecta, pues todas

sus pretensiones están muertas 6 subsisten bajo la

epidermis. La señora de la Chanterie era perfecta,

parecía que no había sido nunca joven

y

no hablaba

nunca del pasado. Lejos de desaparecer la curiosidad

de Godofredo, su deseo de conocer la vida anterior de

aquella mujer que él juzgaba santa, aumentaba con

el conocimiento cada vez más íntimo de su sublime

carácter y con los nuevos descubrimientos que hacía

á cada momento. (Había amado alguna vez? (había

sido casada? (había sido madre? Nada en ella dejaba

ver á la solterona: desplegaba todas las gracias de

una mujer bien nacida,

y

se adivinaba en su robusta '

salud

y

en los fenómenos extraordinarios de su con–

versación una vida celestial, una

e~pecie

de ignoran-

cia de la vida real. A excepción del alegre Alain, todos

aquellos seres habían sufrido; pero el mismo don Ni-