EL REVERSO
-He aqui, querido hijo, le dijo, las prescripciones
d~
un gran médico de las almas. Cuando las cosas de
la vida ordinaria no nos dan la dicha que esperamos
de ellas, es preciso buscarla en la vida superior, y he
aqui la llave de un nuevo mundo. Lea usted, tarde y
mañana, un capítulo de este libro; pero leálo prestán–
dole toda su atención y estudiando sus palabras como
si se tratase de una lengua extranjera... Al cabo de un
mes será usted otro hombre. Hace ya veinte años
que yo leo todos los días un capítulo, y mis tres ami–
gos; don Nicolás, don José y el señor Alain, no dejan
tampoco de hacerlo; imítelos usted por amor á Dios
y por amor á mí, dijo la anciana con una serenidad
divina y con una augusta confianza.
Godofredo volvió el libro y leyó en la portada en
letras de oro :
IMITACIÓN DE jE:;ucRISTO.
La sencillez
de aquella anciana, su candor juvenil y su seguridad
de que hacía una obra benéfica, confundieron al ex-
. petrimetre. La señora de la Chanterie estaba en la
actitud y arrobamiento propios de la mujer que en...
tregase cien mil francos á un comerciante que estu–
viese á punto de hacer quiebra.
- Me he servido de él ve-iafe años. ¡Ojalá que ese
libro sea contagioso! Vaya usted á comprarme otro,
pues ya ha llegado la hora en que tienen que venir
personas que no deben ser vistas.
Godofredo saludó
á
la señora de la Chanterie y su–
bió
á
su cuarto, arroj ando alH el libro sobre una mesa,
al mismo tiempo que exclamaba:
-¡Bah! ¡pobre mujer!
El libro, como todos los libros leídos con frecuen–
cia, se abrió solo por una página. Godofredo se
sentó como para poner sus ideas en orden, pues ha–
bía experimentado más emociones durante aquella
mañana que durante los meses más agitados de su
vida, y su curiosidad, sobre todo, nunca había sido
tan vivamente excitada . Dejando ir distraidamente y
al azar sus ojos, como ocurre á la gente cuya alma
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