.,.
DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
35
no vió ninguna inflexión en sus facciones, ni ningún
cambio de fisonomía que revelase en ellos pensa–
miento alguno mundano; aquellos dos hombres no se
acordaban ya ó no qúerían acordarse de lo que ha–
bían sido, y esta fué la primera lección que recibió
Godofredo.
-Caballeros, cada uno de sus nombres de ustedes
es toda una historia, les dijo con respeto.
-La historia de mi tiempo, ¡ruinas! respondió
don José.
-Está usted en buena compañía, repuso sonriendo
el señor Alain.
La figura de este hombre puede describirse con dos
palabras: era la misma que tiene el pequeñ'.> burgués .
de París: un buen ciudadano con, cara de borrego
realzada por cabellos blancos, pero desagraciada por
una sonrisa eterna.
Respecto al ·sacerdote, al padre Veze, su calidad lo
decía todo. El sacerdote que llena su misión se co–
noce á la primera mirada que os dirige y que le di–
rigís.
Lo que llamó extraordinariamente la atención de
Godofredo durante los primeros momentos fué el
profundo respeto que los cuatro huéspedes profesa–
ban
á
la señora de la Chanterie; todos, hasta el sa–
cerdote, á pesar del carácter sagrado que le daban
sus funciones, parecían encontrarse ante una reina.
Godofredo notó la sobriedad de todos los comensales.
Todos comían para vivir. La señora de la Chanterie,
lo mismo que sus huéspedes, tomó un solo albari–
coque y medio racimo de uvas; pero advirtió
á
su
nuevo huésped que no debía imitarles,
y
le ofreció
frutas de t9dos los platos.
La curiosidad de Godofredo quedó excitada en el
más alto grado con este début. Después del almuerzo,
al entrar en el salón lo dejaron solo,
y
la señora de
la Chanterie tuvo un conciliábulo secreto con los cua–
tro amigos en el alféizar de una de las ventanas. Esta
•