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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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Al día siguiente de su entrada como huésped en
casa de la señora de la Chanterie, se vió obligado á
considerarse
separa~o
de todo, aun de París,
á
pesar
de.que gozase aún de la sombra de la catedral. Des–
armado allí de todas ias vanidades sociales, iba
á
tener por únicos testigos de sus actos á su conciencia
y
á
los comensales de la señora de la Chanterie.
Aquello equivalía á dejar el camino del mundo
y
á
entrar en una vía desconocida; pero {adónde le lleva–
ría aquella
vía~
{á
qué ocupación debía entregarse?
Hacia dos horas que estaba entregado á estas re–
flexiones, cuando Manón, la única criada de la casa,
fué á llamar
á
la puerta
y
á decirle que el segundo
almuerzo estaba servido y que le esperaban. Daban
las doce del día. El nuevo huésped ,bajó en seguida,
movido del deseo de juzgar
á
las cinco personas con
quienes tenía que pasar en lo sucesivo su vida. Al
entrar en el salón vió
á
todos los habitantes de la
casa en pie
y
vestidos con los mismos trajes que lle–
vaban el día en que él había entrado allí por primera
vez.
-(Ha dormido usted bien? le preguntó la señora
de la Chanterie.
-No me he despertado hasta las diez, respondió
Godofredo saludando
á
lps cuatro comensales, que se
apresuraron
á
devolverle
el
saludo con gravedad.
-Le hemos esperado
á
usted, dijo sonriéndose
el
anciano llamado Alain.
-Manón me ha hablado de un segundo almuerzo,
repuso Godofredo. Al parecer, he faltado ya sin que–
rer
á
la regla ... {A qué hora se levantan ustedes?
-No nos levantamos enteramente lo mismo que
los antiguos monjes, respondió graciosamente la se–
ñora de la Chanterie, sino como los obreros. A las
seis en invierno
y
á
las tres y media en verano. Nues–
tra hora de acostarnos obedece á la del sol. En in–
vierno
á
las nueve estamos ya dormidos, y en verano
á
las once. Tomamos todos un poco de leche que nos
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