EL REVERSO
rico le hizo sentarse, y mientras que el banquero abría
los
cajone~
de su mesa de despacho, Luis Mongenod
y una dama, que no era otra que la señora de la
Chanterie, se levantaron
y
se dirigieron hacia Fede–
rico. Los tres se fueron al alféizar de una ventana y
hablaron en voz baja con la señora Mongenod madre,
la cual conocía todos los negocios de la casa. Hada
treinta años que esta mujer había dado, ya á su ma–
rido, ya á sus hijos, pruebas de una capacidad que la
-constituía en una especie de socio gerente, con atri–
buciones para firmar. Godofredo vió en unas carpetas
de cartón las etiquetas: <'Asuntos de la Chanterie)),
-con los números
1
al 7. Cuando quedó la conferencia
terminada, y después de haber dicho el banquero á su
hermano: «Está bien, baja á la caja)), la señora de la
Chanterie se volvió, vió á Godofredo, disimuló un
gesto de sorpresa, é hizo preguntas en voz baja á
Mongenod, el cual le respondió con algunas palabras
también en voz baja.
La señora de la Chanterie llevaba zapatos de lana
negra y medias de seda gris; vestía la misma bata de
la víspera,
é
iba envuelta en una manteleta veneciana,
prenda que volvía á estar entonces de moda. Cubría su
cabeza una capota de seda verde forrada de seda
blanca. 81.1 cara estaba encuadrada por los encajes que·
guarnecían la manteleta. Se mantenía de pie en una
actitud que revelaba, si no una noble cuna, por lo
menos los hábitos de una vida aristocrática. Sin su
excesiva afabilidad, acaso hubiera parecido demasiado
altanera. En una palabra, estaba imponente.
- .Más bien que la casualidad, nos reúne aquí una
orden de la Providencia, caballero, dijo á Godofredo,
pues estaba casi decidida á rechazar á un huésped cu–
yas costumbres me parecían contrarias
á
las de mi
casa; pero el señor Mongenod acaba de darme infor–
mes de su familia de usted que me...
-¡Eh! señora...
-~aballero
... dijo Godofredo diri–
giéndose á la vez á la señora de la Chanterie y .al