DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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tituye la enseñanza polité<;nica; pero, como muchos
banqueros, tenia una predilección por una clase de
conocimientos que no tenían relación alguna con su
comercio: le gustaba el estudio de la mecánica y de la
qufmica. Mongenod el menor, diez años más joven
que Federico, ocupaba en el despacho de su hermano
mayor el mismo cargo que ocupa el primer pasante
en casa de un notario ó de un procurador; Federico
lo formaba como su padre lo había formado á él, en
todos los conocimientos del verdadero banquero, el
cual es al dinero lo que el escritor á las ideas: uno y
otro tienen que saberlo todo.
Al pronunciar su nombre de! familia, Godofredo vi(,
la gran estima en que tenían á su padre, pues pudo
atr3.vesar todas las oficinas
y
llegar al despacho de
Mongenod. Este despacho sólo estaba cerrado por dos
puertas mamparas, de modo que, á pesar de su deseo
de
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escuchar, Godoforedo oyó la conversación que
se sostenía en él.
-Señora, su cuenta de usted se eleva á un millón
seiscientos mil francos, lo mismo en el Debe que el
Haber, decia Mongenod el joven. No sé cuáles serán
las intenciones de mi hermano,
y
él solo sabe si es
posible hacer un anticipo de cien mil
fr~s
... Ha
sido usted poco prudente.•. No se confía un millón
seiscientos mil francos al comercio...
-Hablas demasiado alto, Luis, dijo una voz de
mujer. Tu hermano te tiene recomendado que hables
siempre en voz baja. No olvides que puede haber gente
en el gabinete contiguo.
Federico Mongenod abrió en este momento la puerta
de comunicación entre sus habitaciones
y
su despacho,
vió
a
Godofredo,
y
atravesó el despacho saludando
con respeto á la persona con quien hablaba su her–
mano.
-{A quién tengo el honor...
'f
dijo á Godofredo,
á
quien había obli¡ado á pasar delante.
Tan pronto como Godofredo dijo su nombre, Fede-