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Z, MARCAS
ha sido joven?) la juventud, repito, experimenta una
viva necesidad de admiración; le gusta tener ídolos·,
es naturalmente inclinada á subordinarse
á
los hom–
bres
á
quienes cree superiores, del mismo modo que
se inclina también
á
todo lo que es grande. Nuestro
asombro estaba excitado, sobre todo, por su indiferen–
cia en materia de sentimientos: la mujer no había figu–
rado para nada en su vida. Cuando nosotros hablá–
bamos de este eterno objeto de conversación en
Francia, nos dijo sencillamente:
-¡Las faldas cuestan demasiado caras!
· Y como viese la mirada que Justo y yo habíamos
cambiado , repuso:
-Si , demasiado caras. La mujer que se compra, y
es la menos costosa, exige mucho dinero·. La mujer
extingue toda actividad y toda ambición , y Napoleón
la había reducido á lo que debe ser. Desde este punto
de vista fué grande, y aunque amó en secreto, no dió
el
pernicio~ o
ejemplo de Luis XIV y de Luis XV.
D(!scubrimos que, así como Pitt había tomado por
mujer á Inglaterra, Marcas llevaba á Francia en su
corazón; idolatraba á su patria, y no había en él un
pensamiento que no fuese para su país. Su rabia al
ver que tenía en las manos el remedio para el mal,
cuya vivacidad le entristecía, y que no podía aplicarlo,
le corroía incesantemente; pero esta rabia aumentaba
aún , viendo
el
estado de inferioridad de Francia,
comparada con Rusia é Inglaterra . ¡Francia en tercera
fila! Este grito salía siempre á relucir en sus conver–
saciones . La enfermedad intestina del país había pa–
sado á sus entrañas. Calificaba de chismes de portero
á las luchas de la corte con la cámara, luchas que re–
velaban Jos cambios y agitaciones incesantes que se
oponen
á
la prosperidad del país.
-Se nos da la paz
á
costa de nuestro porvenir,
decía.
Una noche, Justo y yo estábamos ocupados y sumi–
dos en el más profundo silencio. Marcas se había le-