Z,
MARCAS
cimiento de la víspera,
y
estábamos tan sorprendidos
uno como otro del poco agibílibus de Marcas en las
pequeiieces de la vida, él, que no encontraba diffcultad
ninguna en la resolución de los problemas más com–
plicados de política racional ó de política material.
Pero esas naturalezas elevadas están todas expuestas
á chocar con granos de arena
y
á errar el
~olpe
en las
más hermosas empresas, por falta de mil francos. Es
la historia de Napoleón, que, por falta de botas, no se
marchó para las Indias.
-(Qué has
encontrado~
me preguntó Justo.
-He
encontrado el medio de que me fíen un traje
-completo.
-(En qué casa?
-En casa de Humann.
- . (Cómo?
-1-lumann, querido amigo mío, no va nunca
á
ca8a
de sus parroquianos; los parroquianos son los que van
á
casa de él, de manera que no sabe si soy ó no rico.
Sabe únicamente que soy elegante
y
que sé llevar
los trajes que él me hace. Voy á decirle que me
ha caído de provincias un tío cuya indtfcrencia en el
vestir me perjudica mucho en las mejores sociedades
que frecuento y donde busco esposa: dejaría de ser
·Humann si me enviase la factura antes de tres meses.
El doctor encontró excelente aquella idea para una
piececita, y detestable para la realidad de la vida,
y
dudó de su éxito. Pero, os lo juro, Humann vistió
á
Marcas, y como artista que es, supo vestirlo como debe
vestir un hombre político.
Justo ofreció doscientos francos en oro
á
Marcas,
producto de dos relojes comprados á crédito y empe–
ñados en el Monte de piedad. Yo no habfa dicho nada
de seis camisas
y
de la demás ropa interior necesaria,
que no me costó más que el placer de ir á pedírselas
á la primera oficiala de un taller, con la que había
-correteado todo el carnaval. Marcas lo aceptó todo,
sin darnos más que las gracias que nos debía. Supo