Z. MARCAS
ustedes un sistema de ratería politica que se volverá
contra ustedes, pues Francia se cansará de esos subter–
fugios. Francia no les dirá
á
ustedes que está camada,
pues nunca se sabe cómo se perece y el porqué es
obra del historiador; pero perecerán ustedes induda–
blemente por no haber pedido á la juventud francesa
sus fuerzas
y
su energía, sus sacrificios y su ardor; por
haber mostrado odio á las capacidades, por no h tber
escogido cuidadosamente del
~ontón
de esta hermosa
generación,
y
por haber preferido en todo á las media–
nias. Usted viene á pedirme mi apoyo; pero pertenece
usted
á
esa masa decrépita, á quien el interés hace
odiosa, que tiembla, que se encoge, y que, porque
ella se harta, quiere hartar á Francia. Mi fuerte natu–
raleza y mis ideas, serían para usted un veneno; usted
me ha engañado dos veces y dos veces le he derri–
bado, ya lo sabe usted. Para unirnos por tercera vez,
tiene que ser de un modo serio. Me mataría si me
dejase engañar otra vez, porque desesperaría de mí
mismo, y el culpable no seria usted, sino yo.
Oimos entonces las palabras más humildes y la
protesta más calurosa de no privar al país de los ta–
lentos superiores. Se habló de la patria, y Marcas,
burlándoee de su pretendido jefe, pronunció dos sig–
nificativos ¡hum! ¡hum!
El hombre de Estado fué más explicito; reconoció
la superioridad de su antiguo consejero, se compro–
metió á ponerle en situación de llegar á ser diputado
y por fin le propuso un empleo eminente, diciéndole
que, en lo sucesivo, él, el ministro, se subordinaría
en todo
á
aquel de quien no podía de ningún modo
prescindir. Entraba en la nueva combinación ministe–
rial, y no queda volver al poder sin que Marcas ocu–
pase un cargo como merecía su mérito; habla hablado
de esa condición, y Marcas había sido considerado
como insustituible.
Marcas se negó.
-Nunca he estado en mejor disposición para cum-