Z. MARCAS
Napoleón
é
Inglaterra estaban y están ávidos de ju–
ventud inteligente. En Francia, la juventud está con–
denada por la igualdad nueva, por las malas condi–
ciones del principio electivo
y
por los vicios de la
-constitución ministerial. Si examináh los elementos
que componen la cámara electiva, veréis que no hay
en ella diputados de treinta años de edad . La juven–
tud de Richelieu y la de Mazarino, la juventud de
Turenne y la de Colbert, la de Pitt y la de Saint-
J
ust,
la de Napoleón y la del príncipe de Metternich no en–
-contraría allí puesto; Burke, Sheridan y Fox no po–
drían sentarse allí. Se hubiera podido señalar la
mayoría política en la edad de veintiún años,
y
no
exigir
á
la elegibilidad ninguna otra condición,
y
los
distritos no hubieran elegido á los diputados actuales,
gente sin talento político, incapaces de hablar sin es–
tropear la gramática,
y
entre los cuales, en diez años,
apenas si se ha encontrado un hombre de Estado. Es
fá cil adi vina r los motivos de un acon tecimiento futuro;
pero no se puede prever cuál será la circunstancia que
lo determinará. En este momento , se empuja la juven–
tud á hacerse republicana , viendo en la República
su emancipación. La imprudencia del gobierno sólo
es comparable á su avaricia .
Aq uel día tu vo una gran influencia para nuestro
por venir. Marcas nos confi rmó en nuestra resolución
de dejar
á
Francia, donde las superioridades jóvenes
y llenas de acti vidad se encuentran aplastadas por el
peso de las medianías advenedizas, envidiosas é insa–
ciables. Comimos juntos en la calle del Harpe. Desde
entonces, de nosotros á él
existió.unrespetuoso afecto,
y de él á nosotros la protección más activa en la
esfera de las ideas. Aquel hombre lo sabía todo
y lo había profundizado todo. Estudió para nos–
otros el globo político y buscó el país en que las
probabilidades fuesen
á
la vez más numerosas
y
más
favorabl es para el logro de nuestros deseos. Nos se–
ñalaba los puntos que debían ser objeto de nuestro