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Z. MARCAS

tecimientos; de los dos, Carrel era el hombre fuerte, y

sin embargo, el uno llega á ministro y Carrel sigue

siendo periodista; el hombre incompleto, pero sutil,

existe; Carrel muere. No olvide usted que ese hombre

ha invertido quince años en recorrer su carrera y aun

sigue recurriéndola, si es que no se ve cogido en el

camino y no se ve aplastado por dos carretas llenas

de intrigas en la gran senda del poder. No tiene casa,

no

ti~ne,

como Metternich, el palacio del favor, ó, como.

Villele, el techo protector de una mayoría compacta.

Dentro de diez. años, no creo que subsista la forma

actual. Suponiendo tan triste mi porvenir, creo que ya

no estoy á tiempo de hacer nada , pues, para no ser

arrollado por el movimiento que preveo, debeda tener

ya una posición superior.

-(Qué

movimiento~

dijo justo.

-Aoos

1

o de

1

8 3o, respondió Marcas con tono so-

lemne, tendiendo la mano hacia París. El Ao.osTo

hecho por la juventud que ha liado la gavilla, el

AoosTo hecho por la inteligencia que había madurado

sus frutos, ha olvidado la parte de la juventud y de la

inteligencia. La juventud estallará como la caldera de

una máquina de vapor. La juventud no tiene salida

en Francia, donde se va amontonando una avalancha

de capacidades desconocidas y de ambiciones legíti–

mas é inquietas. Se casan poco, y las familias no sa–

ben qué hacer de sus hijos; {Cual será la chispa que

ponga en movimiento estas masas? no lo sé; pero sé

que se precipitarán

y

revolverán contra el estado actual

de cosas, y lograrán derribarlo. Existen leyes de fluc–

tuación que rigen á las generaciones, y que el imperio

romano desconoció cuando llegaron los bárbaros. Hoy

los bárbaros son las inteligencias. Las leyes del exceso.

obran en e--te momento lentamente

y

en medio de nos–

otros. El gobierno es el gran culpable ; desconoce los

dos podere-. á que debe todo, se ha

dej~do

atar las

manos por los absurdos del contrato,

y

todo está pre–

parado como para inmolar una víctima. Luis

XIV,