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MARCAS
ambicioso, para quien trabajó. Este nuevo Colbert es–
peraba encontrar
á
Mazarino. Hizo inmensos favores,
y
los hizo sin echárselas de grande ni hacer nada que
justificase una ingratitud, y con la esperanza de que
su protector lo pondría en disposición de ser elegido
diputado. Marcas no deseaba más que la cantidad ne–
cesaria para adquirir una casa en París, á fin de sa–
tisfacer las exigencias de la ley.
Ríc~rdo
Ili
no quería
más que su caballo.
En tres años, Marcas creó á una de esas cincuenta
pretendidas capacidades políticas que son las raquetas
con que dos manos hábiles manejan las carteras, en–
teramente lo mismo que el dueño de los muñecos hace
chocar al comisario de policía y al polichinela en su
teatro al aire libre, esperando siempre hacer su
agosto. Aquel hombre sólo logró ser conocido gracias
á
Marcas; pero tuvo bastante capacidlld ·para apreciar
el valor de su tintorero
y
para saber que una vez que
Marcas lograse subir, sería considerado como hombre
necesario, mientras que él sería deportado á las colo–
nias polares del Luxemburgo. Resolvió, pues, crear
invencibles obstáculos para el ascenso de su director,
y
ocultó este pensamiento bajo las fórmulas de una
fidelidad absoluta. Como todos los hombres bajos,
supo disimular
á
las mil maravillas, se alistó en el
campo de la ingratitud para matar á Marcas á fin de
no ser muerto por
él.
Estos dos hombres, tan unidos
en apariencia, se odiaron tan pronto como se descu–
_brió el engaño El hombre de Estado formó parte del
ministerio,
y
Marcas permaneció en la oposición para
impedir que atacasen
á
su ministro, el cual, gracias
á
los inauditos esfuerzos del periodista, logró los elogios
de la oposición. Para no tener que recompensar
á
su
ayudante, el hombre de Estado pretextó la imposibi–
lidad de colocar de pronto y sin tomar hábiles precau–
ciones á un hombre de la oposición. Marcas babia con–
tado con un empleo, para obtener por medio de un
casamiento la tan deseada facultad de ser elegido dipu-