Z. MARCAS
elocuencia: tenía algo de Berryer por el calor
y
los mo–
"t'imientos simpáticos á las masas; tenia algo de Thiers
por la astucia y por la habilidad; pero hubiese sido
menos difuso
y
más rápido para sacar sus conclusio–
nes; contaba pasar bruscamente al poder, sin haberse
empeñado en la defensa de doctrinas, necesarias en
un principio para el hombre de posición, y que per–
judican más tarde; al hombre de Estado.
Marcas había estudiado todo lo que un verdadero
hombre de Estado debía saber; de modo que su asom–
bro fué grande cuando tuvo ocasión de ver la pro–
funda ignorancia de la gente que dirige en Francia los
negocios públicos . Si su vocación le babia inclinado
al estudio, la naturaleza se había mostrado pródiga
con él
y
le había concedido lo que no puede adqui–
rirse: una penetración viva , el imperio sobre si mismo ,
gran rapidez para juzgar, decisión,
y
lo que consti–
tuye el genio de los hombres, una gran fertilidad de
medios.
Cuando se creyó suficientemente armado, Marca s
encontró á Francia presa de las divisiones intestinas
nacidas al tripnfo de la rama de Orleans sobre la rama
mayor. Evidentemente, el terreno de las luchas políti–
cas ha cambiado. La guerra civil no puede durar mu–
cho tiempo,
y
no será ya en provincias. En Francia
no habrá más que un combate de corta duración, en
el interior mismo del gobierno,
'y
que terminará con
la guerra moral que las inteligencias privilegiadas ha–
brán hecho de antemano. Este estado de cosas durará
mientras que Francia tenga su singular gobierno que
no tiene analogia con el de ningún país, pues existe la
misma diferencia entre el gobierno inglés y el nuestro
que la que existe entre los dos territorios. El sitio de
Marcas
esta~.a.
pues, en la prensa política . Como era
pobre y no podía hacer que lo eligiesen diputado, te–
nia que darse á conocer de algún modo. Haciendo el
mayor sacrificio que puede hacer un hombre de ta–
lento, resolvió subordinarse á algún diputado rico y