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Z. MARCAS

litario, de su obstinado trabajo que permitía al pensa–

miento permanecer neutro ó ejercitarse,

y

que acusaba

la espera de algún acontecimiento feliz ó de una de–

terminación hecha? Después de habernos pasead(}

mucho tiempo por las ruinas de Palmira, las olvida–

mos; ¡éramos tan jóvenes! Después, vino el carnaval,

ese carnaval parisiense que, en lo sucesivo, sobrepu–

jará al antiguo carnaval de Venecia,

y

que, dentro de

algunos años, atraerá á Europa á P,arís, si algunos

ridículos prefectos de policía no se oponen á ello. De–

bía de tolerarse el juego durante

el

carnaval; pero los

estúpidos moralistas que han hecho suprimir el juego

no restablecerán esa llaga necesaria hasta que se

pruebe que Francia va á dejar sus millones á Ale–

mania.

Como ocurre á todos los estudiantes, aquel carna–

val fué causa para nosotros de una gran miseria. Nos

habíamos deshecho de los objetos de lujo, habíamos

.vendido nuestras levitas de repuestc, nuestras botas

y

nuestros chalecos, en una palabra, todo lo que tenía–

mos doble, excepto de nuestro amigo. Comíamos pan

y

salchichas, andábamos con precaución, nos había–

mos puesto á trabajar, debíamos dos meses de posada,

y

estábamos seguros de tener en la portería sendas

facturas de cuarenta á cincuenta francos . Ya no íba–

mos atolondrados

y

alegres al atravesar el último

descanso de la escalera, que procurábamos evitar pe–

gando un salto desde el último tramo

á

la calle. El

día que faltó el tabaco á nuestras pipas, nos aperci–

bimos de que hacía algún tiempo que comíamos el

pan sin ninguna clase de manteca. Nuestra tristeza

fué inmensa.

-¡Sin tabaco! dijo

el

doctor.

-¡Y sin abrigos! dijo el ministro de justicia.

-¡Ah! necios, ¡os disfrazasteis de postillones! ¡ha-

béis querido g-ozar, almorzando por la mañana

y

co–

miendo por la noche en casa de Beri,

y

á veces en e1

Rocher de Cancale! ... Pues bien, ¡á pan seco, caba_